Page 25 - ¡Ay, cuánto me quiero!
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— ¿Estás  jugando  con  tu   — Bueno,  entonces...  gra­


 amigo  imaginario?  — yo  le  pre­  cias — me dijo esa niña.
 gunté.         — Escúchame, niña. Si te lo


 — Estaba,  pero  me  cayó  tu   propones,  practicas  y  te  esfuer­
 pelota de fútbol en la cabeza.  zas,  puedes llegar a ser una estu­

 — Eso es bueno — le dije— ,   penda delantera — le  expliqué y

 así te ayudo  a practicar los  cabe­  pensé,  «aunque  nunca tan  fabu­

 zazos.  losa como yo».

 — Pero  no  vi  cuando  la   —Está bien.  Si tú lo dices.

 pelota  venía  — dijo,  con  una  — Exactamente. Yo lo digo.

 mano  en la frente.  Entendiste perfecto.
 /
 —-¡Mejor! Un buen jugador   Esa  niña  podría  aprender

 está siempre preparado.  mucho  de  mí.  Sería bueno  pa­

 — Pero me dolió un poco.  ra  ella  imitarme.  Lo  pasaría

 — ¡M ejor  aún!  Un  de­  tanto  mejor.  De  todas  formas,

 portista  de  verdad  aguanta  el   mejor  que  jugando  sola.  O

 dolor.   quizás  estaba  con  su  amigo

 — ¿En serio?  imaginario  como  ella  decía,

 — ¡Por supuesto!  pero  en  todo  caso  no  se  veía


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