Page 94 - El contrato social
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ciudadanos y libres    [39] . Cuando se propone una ley en una asamblea del pueblo, lo que se le pregunta
  no es precisamente si aprueban la proposición o si la rechazan, sino si está conforme o no con la

  voluntad general, que es la suya; cada uno, dando su sufragio, da su opinión sobre esto, y del cálculo
  de votos se saca la declaración de la voluntad general. Por tanto, cuando la opinión contraria vence a
  la mía, no se prueba otra cosa sino que yo me había equivocado, y que lo que yo consideraba como

  voluntad general no lo era. Si mi opinión particular hubiese vencido, habría hecho otra cosa de lo
  que había querido, y entonces es cuando no hubiese sido libre.

      Esto supone que todos los caracteres de la voluntad general coinciden con los de la pluralidad, y
  si cesan de coincidir, cualquiera que sea el partido que se adopte, ya no hay libertad.
      Al mostrar anteriormente cómo se sustituían las voluntades particulares de la voluntad general en
  las deliberaciones públicas, he indicado suficientemente los medios practicables para prevenir este

  abuso, y aún hablaré de ello después. Respecto al número proporcional de los sufragios para declarar
  esta voluntad, he dado también los principios sobre los cuales se les puede determinar. La diferencia

  de  un  solo  voto  rompe  la  igualdad:  uno  solo  que  se  oponga  rompe  la  unanimidad;  pero  entre  la
  unanimidad y la igualdad hay muchos términos de desigualdad, en cada uno de los cuales se puede
  fijar este número según el estado y las necesidades del cuerpo político.
      Dos  máximas  generales  pueden  servir  para  reglamentar  estas  relaciones:  una,  que  cuanto  más

  graves  e  importantes  son  las  deliberaciones,  más  debe  aproximarse  a  la  unanimidad  la  opinión
  dominante; la otra, que cuanta más celebridad exige el asunto debatido, más estrechas deben ser las

  diferencias  de  las  opiniones;  en  las  deliberaciones  que  es  preciso  terminar  inmediatamente,  la
  mayoría de un solo voto debe bastar. La primera de estas máximas parece convenir más a las leyes y
  la  segunda  a  los  asuntos.  De  cualquier  modo  que  sea,  sobre  su  combinación  es  sobre  lo  que  se

  establecen las mejores relaciones que se pueden conceder a la pluralidad para pronunciarse en uno u
  otro sentido.
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