Page 119 - La Odisea alt.
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unió. Y a Mégara, la hija del magnánimo Creonte, a la que tomó por esposa el

               hijo de Anfitrión siempre intrépido en su audacia. Y vi a la madre de Edipo, la
               hermosa  Epicasta,  quien,  en  su  ignorancia,  cometió  una  acción  terrible,  al
               casarse con su hijo. Éste la desposó tras haber dado muerte a su padre. Pronto
               los  dioses  revelaron  el  secreto  a  los  hombres.  Edipo,  por  su  parte,  entre
               terribles  pesares  siguió  reinando  en  la  muy  amada  Tebas  según  los  crueles

               designios de los dioses, pero ella marchó al reino de Hades, el severo guardián
               de las puertas, colgándose de un apretado lazo de horca en su alto dormitorio,
               vencida por la angustia. Y a él le dejó muchas penas futuras, las que llevan
               adelante las Erinias de una madre.

                   »También  vi  a  la  muy  hermosa  Cloris,  a  la  que  antaño  Neleo  tomó  por
               esposa, por su belleza, y por ella ofreció innumerables regalos de boda, la más

               joven  hija  de  Anfión  el  Iásida,  que  en  su  tiempo  reinara  con  poderío  en  la
               Orcómenos  Minia.  Ella  fue  reina  de  Pilos  y  le  dio  unos  hijos  espléndidos:
               Néstor,  Cromio  y  el  arrogante  Periclímeno.  Y,  tras  éstos,  dio  a  luz  a  Pero,
               maravilla entre los humanos, que todos sus vecinos pretendieron como esposa.
               Mas Neleo no la concedía a ninguno, a no ser que le trajera de Fílaca alguna
               de las cornudas vacas de ancho testuz del robusto Ificles, difíciles de obtener.
               Sólo un irreprochable adivino le prometió traerlas. Pero lo retuvieron la dura

               decisión  de  un  dios,  unas  terribles  cadenas  y  unos  vaqueros  agrestes.  Sin
               embargo, cuando pasaron los días y meses de un año, y éste se renovaba y
               volvían las estaciones, entonces al fin lo liberó el poderoso Ificles porque le
               había dado todas sus profecías; y se cumplía el designio de Zeus.

                   »Y  vi  a  Leda,  compañera  de  lecho  de  Tindáreo,  que  del  rey  espartano
               engendró  a  dos  hijos  fuertes  y  audaces:  Cástor,  domador  de  caballos,  y  el
               diestro boxeador Polideuces. A ambos los alberga la tierra productora de vida.

               Ellos, incluso bajo tierra, gozan de un privilegio otorgado por Zeus: viven en
               días alternos y mueren por turno uno y otro. Han conseguido un honor similar
               al de los dioses.

                   »Y después vi a Ifimedea, la esposa de Aloeo, que aseguraba haber tenido
               amores con Poseidón, y que parió dos hijos, que tuvieron breves vidas: Oto,
               rival de los dioses, y el ampliamente famoso Efialtes. A éstos los crio muy

               enormes la tierra productora de vida y los hizo los más hermosos después del
               famoso Orion. A los nueve años éstos medían nueve codos de ancho y nueve
               brazas de alto. Incluso a los inmortales les amenazaron con llevar al Olimpo el
               tumulto de una guerra estrepitosa. Estaban ansiosos por colocar el Osa sobre el
               Olimpo y luego sobre el Osa el Pellón de frondoso boscaje, para poder escalar
               el cielo. Pero el hijo de Zeus, el que diera a luz Leto de hermosos cabellos, los

               mató a los dos, antes de que les floreciera la primera barba en sus mejillas y su
               mentón se cubriera del vello juvenil.

                   »Y  a  Fedra  y  a  Procris  vi,  y  a  la  bella  Ariadna,  la  hija  del  despiadado
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