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unió. Y a Mégara, la hija del magnánimo Creonte, a la que tomó por esposa el
hijo de Anfitrión siempre intrépido en su audacia. Y vi a la madre de Edipo, la
hermosa Epicasta, quien, en su ignorancia, cometió una acción terrible, al
casarse con su hijo. Éste la desposó tras haber dado muerte a su padre. Pronto
los dioses revelaron el secreto a los hombres. Edipo, por su parte, entre
terribles pesares siguió reinando en la muy amada Tebas según los crueles
designios de los dioses, pero ella marchó al reino de Hades, el severo guardián
de las puertas, colgándose de un apretado lazo de horca en su alto dormitorio,
vencida por la angustia. Y a él le dejó muchas penas futuras, las que llevan
adelante las Erinias de una madre.
»También vi a la muy hermosa Cloris, a la que antaño Neleo tomó por
esposa, por su belleza, y por ella ofreció innumerables regalos de boda, la más
joven hija de Anfión el Iásida, que en su tiempo reinara con poderío en la
Orcómenos Minia. Ella fue reina de Pilos y le dio unos hijos espléndidos:
Néstor, Cromio y el arrogante Periclímeno. Y, tras éstos, dio a luz a Pero,
maravilla entre los humanos, que todos sus vecinos pretendieron como esposa.
Mas Neleo no la concedía a ninguno, a no ser que le trajera de Fílaca alguna
de las cornudas vacas de ancho testuz del robusto Ificles, difíciles de obtener.
Sólo un irreprochable adivino le prometió traerlas. Pero lo retuvieron la dura
decisión de un dios, unas terribles cadenas y unos vaqueros agrestes. Sin
embargo, cuando pasaron los días y meses de un año, y éste se renovaba y
volvían las estaciones, entonces al fin lo liberó el poderoso Ificles porque le
había dado todas sus profecías; y se cumplía el designio de Zeus.
»Y vi a Leda, compañera de lecho de Tindáreo, que del rey espartano
engendró a dos hijos fuertes y audaces: Cástor, domador de caballos, y el
diestro boxeador Polideuces. A ambos los alberga la tierra productora de vida.
Ellos, incluso bajo tierra, gozan de un privilegio otorgado por Zeus: viven en
días alternos y mueren por turno uno y otro. Han conseguido un honor similar
al de los dioses.
»Y después vi a Ifimedea, la esposa de Aloeo, que aseguraba haber tenido
amores con Poseidón, y que parió dos hijos, que tuvieron breves vidas: Oto,
rival de los dioses, y el ampliamente famoso Efialtes. A éstos los crio muy
enormes la tierra productora de vida y los hizo los más hermosos después del
famoso Orion. A los nueve años éstos medían nueve codos de ancho y nueve
brazas de alto. Incluso a los inmortales les amenazaron con llevar al Olimpo el
tumulto de una guerra estrepitosa. Estaban ansiosos por colocar el Osa sobre el
Olimpo y luego sobre el Osa el Pellón de frondoso boscaje, para poder escalar
el cielo. Pero el hijo de Zeus, el que diera a luz Leto de hermosos cabellos, los
mató a los dos, antes de que les floreciera la primera barba en sus mejillas y su
mentón se cubriera del vello juvenil.
»Y a Fedra y a Procris vi, y a la bella Ariadna, la hija del despiadado