Page 84 - Autobiografia de mi Madre v.2
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más que cadávere$ los adornaría y colocada cada ca mañana cocinaba lo que iba a comer a mediodía; lo
dá,:er en una caja de madera pulimentada, y pondría envoívfa en hojas de hi g uera, lo volvía a envolver en un
bajo tierra la caja de madera pulimentada y olvidaría el hatillo hecho con un gastado retal de madrás y me lo
lugar de la tierra en el que había enterrado b caja. Así llevaba al traba¡o. Pasaba todo el día acarreando cubos
sería como nunca me convertiría en m,adre; así sería llenos de arena negra, o llenos de lodo, o llenos de pie
cotno tendrfa a mis hijos. dras pequeñas; pasaba todo el día cavando hoyos,
En -aquella casa con su puerta y sus tres ventanas llenando los hoyos de agua y achicando cl agua de otros
abiertas al e�terior, las innumerables grietas en los la ho yos. No hablaba con nadie, ní siquiera conmigo mis
dos, donde las tablas de madera no encaiaban y con ma. Dentro de mí no habla nada; dentro de mí había
los agujeros 9ue habían hecho en el tejado las ramas de una tumba hecha de un 1natcrial tan duro gue no encon
un cocotero, me sentaba, me ponía en pie, me acosta traba nada con Jo 9ue pudiera compararlo; y dentro de
ba cuando caía la noche, y así fue quedando sellada la tumba había un dolor tan intenso que cada noche,
para siempre la perdición a la que estaban predestina cuando yacía sola en mi casa, mi respiradón se convertía
dos los hijos que nunca tendría. Dormía; amanecía; iba en una serie de prolongados y sordos gemidos que sa
a trabajar; anochecía. Todas las mañanas tostaba gra lían de mí como un lento drenaje, como una pequeña
nos de café, los molía hasta conseguir un polvo grueso linea de pus goteando de un forúnculo abierto con una
y pre p araba un brebaje espeso y negro, cuyo a1:oma lanceta. no co1no si hubiera reventado un dique.
era tan acre que en lugar de notar un sabor global sen .Acabé conociéndome a mi misma, y me dio mie
tía como si mis papilas gustativas hubieran sido separadas do. Para librarme de ese miedo empecé a observar el
en franjas J' arrojadas a diferentes zonas del ambiente. reflejo de mi rostro en cualquier superficie apropiada
Todavía no sabía hasta qué punto es vulnerable cual que encontrase: un remanso en las a¡,>uas poco profun
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quier individualidad a las pequeñas erupciones que van das de la o illa del río se convlrtió en mí espejo más
conformando su esencia en el fondo de su corazón. habitual. Cuando no me podía ver la cara, notaba que
Le com p ré a su es p osa fas ro p as de un hombre que me había endurecido; noraba <.1ue amar estaba fuera
acababa de morir: sus viejos calzoncillos de nanquín, de mi alcance, que me había vuelto hasta tal punto dueña
su viejo y único par de pantalones color caqui, su vieja de mí misma que era c2paz de causar mi propia muer
camisa hecha de una especie de al g odón. Le pa g ué te con absoluta tranquilidad. Me sabía también capaz
cuatro peniques por todo eso, además de un raclmo de causar la muerte de otras personas con la misma
de bananas y algún otro producto de la tierra. Eran indiferencia. Ver mi pro pio rostro era lo único que me
esas ropas, las ropa., de un hombre muerto, las q ue reconfortaba. Empecé a sentir adoración por mí mis
llevaba cada día para ir a trabajar, Me corté las dos ma. Mis ojos negros, en forma de medfa luna, me
trenzas en que llevaba recogido el pelo; cayeron a mís seducían; mí nariz� en parte chata, en parte no, como si
pies como dos serpientes decapitadas. Me envolví lR se hubiera puesto mucho esmero en darle forma, me
cabeza casi calva en un pedazo de tda vfoja. No tenía parecía tan bonita que su belleza resultaba inalcanzable
aspecto de hombre, no tenla aspecto de mujer. Cada para las narices de bs personas que no me gustaban.
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