Page 88 - Autobiografia de mi Madre v.2
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Cuando ya llevaba mucho tiempo viviendo asf, ni     donde vivía interna con monjas a pesar de c¡ue noso­
              un hombre, ni una mujer, nada, aislada por completo>   " tros  no éramos  católicos;  mi madrastra  se  1nostraba
              vídendo sólo de nú pasado, tamizándolo, intentando     cada vez más distante con él Él ]o había escrito así: 1lli
              olvJdar aJgunas cosas sin éxito, intentando conservar d   hermano mi  hermana, mí  madrastra; pero yo cam­
                                                                             1
              recuerdo de orrns s1n éxito, recibí una carta de mi pa­  biaba esas palabras por otras: tu hijo, tu hija, tu esposa.
              dre en 1a que me pedía que volviera al hogar, a su casa   Eran suyos, no míos. Pretendía decirme que todos éra­
              de Mahaut. Me entregó la carta un hombre al que no     mos suyos  por igual;  fue en aquel momento cuando
             había visto nunca, pero por Ja forma servil en que aga­  p ensé  q ue no  q uería  p ertenecer a nadie, c i ue puesto que
             chaba la  cabc,a  estaba  segura  de  que  mi  padre  le   ia única persona a la que le hubiera consentido que me
             conocía  muy bien.  La carta estaba  fechada dos días   considerara suya no había vivido para hacerlo, no que­
             antes, reparé en ello porque había visto a mi padre el   ría  pertenecer  a  nadie;  no  quería  q ue  nadie  me
             día anterior, con su habitual apariencia de oficial des­  perteneciera.
             preciado  por  todos,  portador de  documentos  que        Había un arbusro silvestre que llevaba muchos días
             llevarían a alguien a prisión, o que suponían el empo­  en flor. l:vfientras leía la carta lo observé. Sus innumera­
             brecimiento definitivo de algún otro; podría haberme    bles  flores eran  pequeñas y de un incenso color rosa,
             dado la carta personalmente  entonces.  Su  escritura,   con cálices alargados y profundos  y  labios li g eramente
             como todo lo que tenía que ver con su persona, lleva­   desplegados por pétalos. Una abeja solitaria entraba y
             ba la impronta de la burocracia. Recordaba haber visto   salia sin cesar, entraba y salia, índolente1nente, como si
             las cartas que recibían de él Lise y  Jack cuando yo vivía   estuviera ju gando, no trabajando en absoluto. De re­
             con ellos, y su caligrafía de entonces era más redon­   pente me sentí cansada de la vida que  había llevado
             deada,  subiendo  y bajando  por la  hoja  de papel de  hasta entonces; ya había cumplido su función. De re­
             forma desigual, el "Queridos Jack y Madame La Bat­      p ente me di cuenta de  que no quería se g uir llevando las
             te" muy grande, ocupando  toda la primera. línea, su    ropas de un hombre muertOc Me quité aquella ropa y
             "Vuestro  amigo" apretado,  embutido  a duras  penas    la quemé. Tomé un baño. Sentía deseos de guemar la
             en el poco espacio que le quedaba al final de la página.  casa en la  q ue había vivido todo aquel tiempo antes de
             La escritura de esta carta que me pedía ahora que vol­  dejarla, pero no <¡uería que mi ausencia llamara la aten­
             viera a su casa era distinta. Las letras estaban nítidamente  ción; no quería que nadie norara que había esrado allí y
             trazadas por el plumín de una estilográfica muy cara, la  que ahora ya no estaba.
             tinta era de un negro fuerte y denso, la escritura era     Me fui hacia casa de mi  padre en mitad de la no­
             idéntica a la de los documentos oficiales. El papel era  che. No lo había planeado; simplemente fue entonces
            de color crema  pálido, con finas líneas verdes, Sólo le  cuafldo  lo  tuve  todo  preparado  para  marcharme.
             faltaba el sello del Gobierno. Mi hermano estaba muy    Empaqueté todas nús pertenencias en un pequeño bulto
            enfermo, me escribía,  y q ujzá muriera pronto; mi het­  y me lo puse en la cabeza. No era muy pesado, no era
            m:ana se había convertido en una persona de carácter     gran cosa. Conservaba las n1ísmas cosas que ya tenía al
            nmatgado y la habían enviado a una escuela en Roseau  '  llegar, con la diferencia de que tenía más dinero, y ha-



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