Page 86 - Autobiografia de mi Madre v.2
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Me encantaba mi boca; tenía los labfos gruesos y am­    no volver nunca, Ser más y más  fuerte se habfa con­
              pfjos,  y cuando  abría  la  boca podía abarcar mucho�   vertido  en  su  esencia >  y  a  medida  que  su  fortaleza
             placer y  dolor )  despierta  o dormida. Deseaba  tener   aumentaba,  no  se volvió gordo,  fofo y desgarbado;
             ante mí esa imagen de mí misma ... mis ojos, mi nariz,   creció  bien  prúpordonado,  con  elegancia  y  duro
             mi boca enmarcados en la piel sin :arrugas, tersa e in­  como un pedernal. Tenías gue mirarle a los ojos para
             maculada  de  mi  rostro.  Mi  propio  rostro  era  un   ver de qué materia estaba hecho, algo gue le satisfacía
             consuelo para mí, mi propio cuerpo era un consuelo      profundamente; y  él nunca te dlría de qué se trataba,
             para mí, y no importaba hasta qué punto nada ni nadie   tenías que mirarle a los ojos. Sus ojos eran lo primero
             me barriera> al final no permitía  que nada sustituyera   en que se fijaba todo el mundo; y quienes le veían por
             en mi mente a Ja esencia de mí set.                     primera vez, personas que no le conocían en absoJu�
                Así era como vivía, sola  }' aun así mantenjendo a   to, buscaban sus ojos sin pensar siquiera gue querían
             todos  y  todo lo  que había  sido y conocido,  todos  v   verlos.
             todo 1o  q ue serfa y conocería )  foern de mi presente ... �   Estaba visitando el lugar en el que yo trabajaba. Se
             sin embargo estar fuern de mi presente era imposible.   acercó  a donde yo estaba sentada,  durante un breve
             Cn  dfa vi  a  mi  padre.  Él  también  me vio.  No  nos   descanso,  y  dejó un  bulto  a  mí  lado.  No  lo  abrí en
             miramos a los  ojos.  No nos hablamos.  Él cabalgaba    seguida, me lo llevé a mi casa y lo abrí aquella noche.
             un burro. LJcvaba su uniforme de carcelero, el mlsmo    Su regalo consistía en un fruto de Ugli y rres pomelos.
             de siempre, camisa caquj y pantalones e.aquí� perfecta­  Recordé entonces  que una vez, cuando era niña, me
             mente planchados; sólo una novedad: un galón verde      había llevado con él al campo,  pues  quería mostrarme
             y amarmo  en  la  hombrera de  su  camisa.  Significaba   la nueva tierra que acababa de  adquirir,  muy conve­
             que había sido ascendido a un nivel más alto de auto­   niente por9ue lindaba con su propiedad. Sin saber por
             ridad. Llevaba una dración  para alguien; su presencia   qui.\ aun siendo todavía de tan corta edad )  me mantu­
             era siempre señal de desventura. Allí donde estuviera   ve alejada de mi herencia, pues aquello era Jo  que se
             él, había alguien irremediablemente condenado a tener   me estaba mostrando. En Ja nueva cierra había planta­
             menos de lo gue tenía antes de aparecer mi padre.       do  n1uchos  jóvenes  pomelos,  y  mientras  me  los
                A juzgar por su apariencia y su porte, era como si    mostraba con un amplio gesto de la mano -un  gesto
             ya hubiera nacido así: erguido; la espalda recta y rígi­  más propio de un hombre que fuera más rico que él,
             da,  los  labios  apretados,  los  ojos  tan  claros  gue   el gesto clásico del propietario que abarca con él sus
             parecían no haber estado nunca nublados por las lá­      posesiones-, me dijo que el pomelo era originario de
             grimas� su paso nunca vacilante; ní siquiera los animales   las Antillas,  qué había  nacido  en  algún momento  del
             tropezaban cuando los cabalgaba él. Nada en su as­       siglo diecisiete como una mutación del fruto del Ugli
             pecto hacía pensar gue hubiera sido nunca un  bebé,      en la isla de Jamaica. Dijo eso  de  una forma que me
             el causante de que alguien se inquietara ante la posibi­  hizo pensar que deseaba gue el pomelo y él mismo se
             lidad  de  que muriera en  medio de  la  noche  por la   convirtieran en Uno. Yo no sabía Jo que tenía en mente
             fiebre, la tos, el aliento abandonando su cuerpo para    en el momento en que me dijo eso.


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