Page 76 - Autobiografia de mi Madre v.2
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ellas. Pasando por La Haut, pasando por Thibaud, pa­    me habfa pedido que le entregara un sobre que conte-
             sando por Marígot... en algún Jugar entre l\farigot y Castle   . nía un  pedazo de  papel en  el  que había  escrito  un
             Bruce vivía d pueblo de mi madre )  en una reserva, como   mensaje.  En el sobre había escrito el nombre del mé­
             para conmemorar algo de lo que ella ya no podria nunca   dico:  Bailey.  Ese  olor que  emanaba  ahora de él  me
             hablar porque nadie podía ya devolverla a este mundo.   recordó la sala de ague! médico.  Mí padre estaba  en
             En Petite Soufricre la carretera dejaba de existir. Pasé jun­  pie jumo a mí y me miraba desde arriba. Tenía los ojos
             to a las negras aguas del Canal de la Martinica; no sentí la   grises. No se podía confiar en él, pero tenía que hacer
             tentación de ser engullida por ellas. Llovió durante el tra­  cieno tiempo que lo conocías para poder darte cuenta
             yecto entre SQufriCre y Roseau, Me pared() oír ai nos   de eso. No me pareció que yo le causara repugnancia.
                                                       gu
             rnidos sordos  procedentes de lo más profundo del 1\iorne   No sabía sí él estaba al corriente de lo que me había
             Trois Pitons, me pareció oler el azufre de brumas sulfu­  pasado. Le habían dicho que había desap-arecido,  me
             rosas <1ue se elevaban de las a¡,,mas del Boili ng  Lake. Y a.sí   buscó )  me encontró, quería llevarme a su casa en Ma­
             fue como reclamé mi primogenitura, mi derecho natural,   haut; cuando me hubiera recuperado, podría volver a
             Este y Oeste, Arriba y Abajo, /\gua y Tierra: en un sueño.   vivir en Roseau (No dijo con quién).  En su imagina­
             Record toda mi herencia, una isla de poblados y ríos y   ción él crefa que me querfa� estaba seguro de que me
             montañas y gentes que empezaban y acababan en el ase­   <¡uerfa; todos sus actos eran una manifestación de ello.
             sinato y el robo y en los que no había mucho amor. Lo   En su rostro, sin embargo� estaba aquella máscara; era
             reclamé en un sueño. Exhausrn por la agonía que había   la misma  máscara  que llevaba  cuando estaba robán­
             supuesto expulsar de mi cuerpo un hijo al que no habría   dole lo que le quedaba a un pobre desgraciado que ya
             p0<lído querer y que por tanto no guise, soñé con todo   lo había perdido casi todo. Era la misma máscara <¡ue
             aquello gue·me perteneda.                               llevaba cuando manipulaba un suceso, sin tener en cuen­
                Fue el  olor que emanaba de mi  padre  lo  que me    ta la verdad, de forma que su resolución le beneficiara
             despertó.  Le habían ordenad()  que  arrestara  a unos   a él. E incluso ahora, estando allí en pie junto a mí, no
             hombres .so�pechosns de hacer contrabando de ron, y     llevaba ropa propia de un padre: llevaba su uniforme
             ellos le habían lanzado piedras hasta hacerle caer, tras   de carcelero, iba enfundado en  su ropa de policía. Y
             lo cual, mientrns estaba  en  el  suelo, Je asesta.ron una   esa ropa, ésa ropa de policía, acabó por definirle; fue
             puñalada,  Ahora  permanecía  en  pie  junto a mí, y Ia   como si con  el tiempo se convirtiera en  parte  de  su
             herida todavía estaba fresca; era  en la parte superior   cuerpo, en una segunda piel, pues incluso cuando ya
             del brazo, la camisa la ocultaba a la vista, pero todo él   bacía mucho tiempo c1ue no la llevaba, cuando ya no
             olía a yodo, violeta de genciana y ácido carbólico. Ese   necesitaba ponérsela� su aspecto no cambió,  siempre
             o)or hacía pensar en lo metódico y sensato; lo asocié   pareció llevar sus ropas de policía. Su otra ropa sí era
             con una estancia pequeña llena de estantes en los que   ropa de verdad; su ropa de policía se había convertido
             había pequeños  frascos  marrones,  vendas y blancos    en su segunda piel.
             utensilios esmaltados. Ese olor me recordó al médico.      Yo yacía  en  una carna  hecha de harapos, en una
             Una vez había estado en casa de un médico; mi padre     casa que  tenfa por suelo  la  tierra  al descubierto.  En


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