Page 61 - Autobiografia de mi Madre v.2
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rico que mi padre. Tenía mejores relaciones; no habfa   q ueda algo de mí, lo notaba, y anhelaba que llegara el
 perdido  el  tiempo  casándose  con  una pobre  mujer   · momento, el momento en que me revelara qué era lo
 caribeña  por amor.   que q uería exactamente. Nunca se me pasó por la ca­
   beza negárselo.  Un  día, sin  previo  aviso,  me <lío un
 Vivía en aqueHa casa� en la que ocupaba una habita­  bonito ,'esúdo que ya no se ponía; todavía le iba bien,
 ción pegada a la cocina; Ia cocina no  formaba parte   pero ya no lo llevaba nunca. �fientras me probaba el
 de la casa propiamente dicha. Me ale g raba haberme   vestido oí sus pensamientos: pensaba en su-Juventud,
 librado de la constante amenaza que suponía para mí   en la persona que había sido cuando estrenó aquel ves­
 la esposa de mJ padre, aun sin dejar de sentir la car g a   tido que  acababa de darme,  en  las  cosas  que había
 que pesaba sobre mi vida: d breve  pasado, la incó g ­  deseado, en las cosas  que nunca había obtenido, en la
 nita del futuro. Podía escribir cartas a mi padre, cartas   superficialidad de su vida enteta, Todo eso llenó el aire
 q ue  contenían  simples verdades:  los días  parecían   de la habitación en que nos encontrábamos, la habita­
 más cortos en Roseau que en Mahaut, las noches pa­  ción en la  que estaba la cama donde dormía con su
 recían  más  calurosas  en  Roseau  que  en  Mahaut ...   esposo. Mis propios pensamientos dieron respuesta a
 Madame  LaBatte es muy amable conmigo, me guar­  los suyos: Fuiste una estúpida. No debiste dejar c1ue te
 da como si fuera un  regalo la parte del pescado que   pasara esto. La culpa es tuya. Yo no tenía compasión,
 más me gusta. La parte del pescado  gue más me gus­  mi condena me  fue llenando b cabeza con  un lento
 ta  es la cabeza, algo de lo  que mi  padre no  tenía ni   fragor hasta que creí que iba a perder el conocimiento,
 idea, algo de lo que no tenía ninguna razón para pen­  y entonces me invadió poco a  p oco un pensamiento
 sar que él  deseara  saber,  Le  enviaba estas  canas sin   que me salvó de desmayarme: Quiere bacer de mí un
 temor alguno.  Nunca recibí una respuesta personal;   regalo para su marido; quiere entregarme a él, espera
 tenía noticias suyas a través de las cartas que le escri­  que no me importe. Estaba en  pie en aquella habita­
 bía a monsieur LaBatte;  siempre  decía esperar  que   ción delante de ella, quitándome la ropa, poniéndome
 me fuera todo bien y me deseaba lo mejor.   omt ropa, desnuda, vestida, pero la vulnerabilidad gue
 Mi profunda amistad, porque era eso, una amistad   sentía 110 tenía nada que ver con el cuerpo, sino con eJ
 -<¡uizá la única que hubiera tenido nunca-, mi profun­  espíritu, con d alma.  Comunicarme tan íntimamente
 da amistad con rnadame LaBatte fue en aumento. Ella   con alguien, gue alguien me hablara mediante el silen­
 siempre estaba sola. Er:a así incluso cuando se hallaba   cio  y yo "la comprendiera más claramente aún  que s!
 en compañía de oteas personas, estaba muy sola. Creía   me lo hubiera dicho a voz en grito, fue algo que nunca
 que me sentía obligada a estar con ella cuando se sen­  volví a experiníentar con nadie más en toda mi vida.
 taba en la terraza a coser o simplemente para observar   Acepté el vestido que me ofrecía. No me lo  p use> ja­
 con mirada inexpresiva el  paisaje que tenía delante, pero   más lo llevaría puesto; me limité a cogerlo y guardarlo
 en realidad yo queda permanecer sentada junto a ella.   durante algún tiempo.
 Disfrutaba de esa nueva experiencia, la experiencia de   Lo inevitable no supone una conmodón menor sólo
 vivir un silencio lleno de expectación y de deseo; ella   por el hecho de ser inevitable. Estaba un día, bastante



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