Page 65 - Autobiografia de mi Madre v.2
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amar, yo  no  necesitaba que lo  fuera.  Cuando estaba   faz y el destino del mundo, el mundo de aquel empla­
 conmigo y yo con él,  yacía encima de mí, resollando   . zamiento llamado Roscau, hasta el punto de que cuando
 con indiferencia; tenía 1a cabeza en otras cosas. Vi que   dejara de llover  nada sería como antes:  ni la  misma
 en  un pequeño anaquel  que  tenía a  su espalda había   tierra que  pisábamos,  ni  el resultado  de  una  disputa
 colocado muchas monedas cuidadosamente alineadas,   siquiera.  Pero  no  fue  así;  cuando dejó  de llover,  las
 todas con la cara hacia arriba; llevaban grabada la efi­  aguas  formaron  arroyos,  los  arroyos  desembocaron
 gie de un rey.   en ríos, los ríos desembocaron en el mar; la tierra con­
 En la habitación en la que yo dormía, una habita­  servó su conformación. Yo estaba trastornada, como
 ción con el suelo de tierra, eché agua en una palangana   sacudida por un cataclismo. No seguiría siendo la mis­
 de hojalata y me lavé la delgada costra de sangre que se   ma, hasta yo me daba cuenta de eso; lo respetable, lo
 había quedado seca entre mis piernas y más abajo, en   previsible  ... no iba a ser ése mi destino.
 la parte interna de los  muslos. Aquella sangre no era   Durante los días y las noches en los que estuvo ca­
 ningún misterio para mí, sabía por qué estaba allí, sa­  yendo la lluvia no pude seguir con mi rutina cotidiana:
 bía lo que acababa de pasarme. Quise ver qué aspecto   hacerme el desayuno, llevar a cabo algunas tareas do­
 tenía, pero no pude hacerlo. Me abstraje en mis pro­  mésticas en la casa principal, donde vivían madame y
 pias  sensaciones;  notaba la  piel  tersa  y  suave,  como   monsieur,  luego ir a pie  hasta mi escuela,  en  la  que
 recién untada en aceites y lustrada. Aquel lugar entre las   todas las estudiantes eran chicas, procurando evitar su
 piernas me dolía, los pechos me dolían,  los labios me   pueril compañía, volver a casa, hacer algunos reéados
 dolían, las muñecas me dolían; cuando no había queri­  para madame, volver  a casa, reanudar los quehaceres
 do que le tocase, me había puesto sus enormes manos   domésticos,  lavarme la ropa y  ocuparme  de  mi per­
 sobre las muñecas, sujetándolas firmemente contra el   sona y de mis cosas en general. Me fue imposible hacer
 suelo; cuando mis gemidos le habían aturdido, me ha­  nada de eso por culpa de la lluvia.
 bía sellado los labios con su boca.  A través de todas   Yo estaba allí de  pie, en medio de una versión  re­
 las partes de mi cuerpo que ahora me dolían, reviví el   ducida  de  aquella  otra inundación  mayor;  el  diluvio
 intenso placer que acababa de experimentar. La maña­  caía sobre mí a través del techo de mi habitación, que
 na siguiente, al despertar, tuve la sensación de no haber   era de hojalata.  Eran las mismas sensaciones; todavía
 dormido en absoluto; me sentía como si sólo hubiera   no estaba acostumbrada a ellas, pero la lluvia me resul­
 perdido el  conocimiento  momentáneamente y reco­  taba  familiar.  Un golpe  llamando  en la  puerta,  una
 mencé donde lo había dejado en  mi  dolor colmado   orden; la puerta abierta de una  sacudida.  Ella vino a
 de placer.   rescatarme, sabía cuánto debía estar sufriendo mojada
 Había llovido durante la noche, una lluvia más que   hasta los huesos, ella estaba en la  cocina y desde allí
 torrencial, y por la mañana no paró, la tarde que siguió   podía oír mi sufrimiento, causado por aquella inespe­
 a aquella mañana no paró; la IJuvia no cesó en muchos,   rada inundación, aquel desmedido aguacero; estar sola
 muchos días. Cayó con tal intensidad y durante tanto   bajo él me haría sufrir enormemente, de hecho ella oía
 tiempo que parecía tener la capacidad de cambiar la   ya mi sufrimiento. Pero yo no hacía ningún ruido en


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