Page 63 - Autobiografia de mi Madre v.2
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tarde ya, sentada en una pequeña zona gue quedaba así, cuando él se acercó y me pidió gue me guitara la
entre sombras en 1a parte trasera de 1a casa } un lugar · ropa le dije� bastante segura de mí misma, sabiendo
que, aunque habían plantado al nas flores, no podía cuál era mi deseo, que estaba démasbdo oscuro� que
gu
llamarse jardín, pues no estaba muy cuidado. El sol no veía nada. Me llevó a la habitación en la que conta
todavía no se había puesto del todo; era ese momento ba su dinero t aquel dinero que era sólo parte del dinero
del día en que las criaturas diurnas están ya en silencio que poseía. Era una habitación oscura, por lo que man
peru las criaturas de la noche aún no han empezado a tenía una lámpara encendida permanenten1ente en ella.
dejar oír sus voces. Ese momento del día en el gue Me <¡uité la ropa y también él se desnudó. Era el pri
resulta más opresivo pensar en todo aqueJlo que has mer hombre al que veía desnudo, y me sorprendió: no
perdido: tu madre, en caso de que la hayas perdido; tu es el cuerpo lo que hace deseable a un hombre, es lo
hogar, si lo has perdido; las voces de las personas que que su cuerpo puede hacerte sentir al tocarte lo que te
quiz,\ te hayan amado o <¡ue simplemente deseas gue te estremece, la anticipadón de lo que ese cuerpo te hará
hayan amado; los lugares en los que te sucedió algo sentir, y luego la realidad resulta mejor que la anticipa
bueno, algo que nunca olvidarás. Esos sentimientos de ción y el mundo es total y únicamente eso, se convierce
anhelo y de nostalgia por lo que has perdido, se con en una totalidad recorrida por una corriente que lo
vierten en una carga más pesada bajo esa luz. El día atraviesa, un:a corrlente de puro placer. Pero cuando le
casi ha terminado, la noche está a punto de empezar. vi, en el primer momento ) con las manos colgándole a
Yo había dejado de llevar ropa interior, me resultaba los fa.dos, sin acariciar mi cabello todavía, sln estar aún
incómoda, y mientras estaba allí sentada, me tocaba dentro de mi, sin llevarse aún a la boca las pequeñas
varjas. partes dd cuerpo, a ratos distraídamente, a ratos turgencias que eran mis senos, antes de que me abriera
concentrada en ello. Estaba dcsfüando los dedos de la la boca todo Jo posible para poder introducir en ella
mano izquicr,a por la pequeña l' tupida masa de pelo su lengua más profundamente aún, la carne cayendo
de entre mis piernas y pensando en cómo había trans en fláccidos pliegues de su vientre, la carne endurecida
currido mi vida hasta entonces, quince años ya, cuando entre sus piernas, me sorprendió comprobar la feal
vi gue monsieur Lailatte estaba en pie observándome dad en general de su persona, allí de pie ante mí; fue la
desde no muy lejos. Él no mostró turbadón ni se mar anticipación lo gue me estremeció, la anticipación lo
chó, y tampoco yo eché a correr avergúnzada. que me mantuvo cautivada. Y la fuerza de sentirle en�
Permanecimos mirándonos fijamente a los ojos 1 sín trando en mi� inevitable ya, llegó como una nueva
apartar la vista. Aparté los dedos de entre las piernas y conmoción, una larga y brusca brecha de agudo dolor
me los llevé a la cara, quería sentir mi propio olor. El que luego me arrasrró con el ímpetu de una ola gigan�
día tocaba a su fin, mi olor era bastante intenso. Esa tesca, una larga y aguda brecha de placer: y cada vez
escena, yo poniéndome la mano entre las piernas y lue que me desgarraba por dentro yo emitfa un grlto que
go deleitándome con mi olor y monsieur LaBatte era siempre el mismo grito, un grito de tristeza. pues
observándome, se prolongó hasta que, tan de repente aun sin hacer de ello algo gue no era realmente, ya no
como era habitua.l, la oscuridad cayó sobre nosotros, y volveda a ser la misma. No era un hombre capaz de
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