Page 165 - Autobiografia de mi Madre v.2
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color de su piel -moreno, dd incenso anaranjado de
 conoddo muy bien,  pero no  de sf mismo, y a qufen   una  puesta de sol bien avanzada- no era el resultado
 hubiera  querido profundamente� una vez más no él
 mismo. Su padre se hizo a la mar a bordo de un barco   de un ine]uctable encuentro entre el con<¡ulsrador y e]
     vencido )  el  pesar y  la desesperación 1  la vanidad  y  la
 ilamado el "J ohn Hawkins'\ pero no era e! nombre de   humillación; no era más <,JUC ese color, un hecho  im­
 aquel infame criminal lo  que había c.ausado que el rostro   p errurbablc: ella pertenecía al p ueblo caribeño. Él no
 de mí padre se oscureciera y adquiriera un aspecto su­  debió de preguntar: ¿Quiénes son el pueblo caribeño?,
 cio,  criminal,  no  era  agu e llo  lo  que  había  hecho   n
 desaparecer la luz de sus ojos de niño.   o más acertadamente: ¿Quiénes Heran el pueblo cari­
     beño?, pues ya no existían, se habfan extinguido, sólo
 ¿ S e  preguntó  mi  padre  a  sí  mismo  alguna vez:   unos pocos centenares seb ruían con vida, mi madre era
 "¿Quién soy yo ) quién soy?", no como un Jamento que   una de ellos, eran  los últimos supervivientes. Eran como
 surgiera  del  oscuro  agujero  de la desesperación, sino   fósiles vivientes, el lugar que les correspondía era un
 como indicio de que de vez en cuando sufría el azote   museo, puestos en un anaquel, conservados en una urna
 de la inocente curiosidad de los necios? No lo sé; no   de cristal. Sin duda esas gentes, el pueblo de mi madre,
 puedo saberlo. ¿Se conocía a sí mismo? Sí la respuesta   se encontraban en precario equilibrio al borde del abis­
 es sí, o si  la respuesta es  sí pero no  del  todo, o si la   mo de la eternidad, esperando a ser engullidos por el
 respuesta es si pero con una gran estrechez: de miras,   enorme bostezo de la nada, pero lo más amargo era
 entonces gozaba de placeres secretos en fa misma me­  constatar  que habían  perdido sin tener ninguna culpa, y
 dida  en , 1ue se conocía a sí mismo; pero yo no lo sé,   que habían  perdido de la forma  más  extrema que  se
 no conozco la reRpuesta. No le conocía, era mi padre   pueda imaginar; no sólo habían  perdido el derecho a
 pero no le conocía; todo lo  que digo acerca de él es   conservar su identidad, se babfan perdido a sí mismos.
 producto  únicamente de mi observación, es  sólo mi
 opini()n) y eso tiene que ser motlvo suficiente para que   Eso era mí madre. Era alta (según me dicen ... yo no la
 cualquier niño se sJenta averg onzado -para mí lo era-  conocfa murió en el momento en que yo nací); su ca­
             1
      bello era ne gro, tenía 1os dedos latgüs, tenfa las  piernas
 ' el hecho de que esa persona,  que era una de las fuentes   lar g as >  tenía los  pies largos y estrechos y el  em p elne
 de  mi propia existencia, fuera  desconocida para mi,   alto, tenía el rostro delgado y enjuto, tenía el mentón
 no un mjsterio >  simplemente desconocida.
      afilado, los  pómulos promlnences y anchos, tenia los
 La  primera vez  que mi  padre  pas6 la mano  por la   labios grandes y delgados, su cuerpo era largo y esbel­
 piel  de  mi  madre -la  piel  del  rostro,  la  piel de las   to; tenia  una gracia  natural en  el  andar;  no  era  muy
 piernas, la piel de entre las piernas, la piel de los bra­  habladora. Qnizá nunca dijo nada que fuera demasia­
 zos, la piel bajo los  brazos, la piel de la espalda,  la   do importante, nadie me ha comentado nunca nada al
 piel m:ís abajo de la espalda, la piel de los pechos, la   resp ecto; no sé en c 1 ué lengua hablaba; si alguna vez le
 piel  por debajo de los  pechos- no debió de compa­  dijo a mi padre que le amaba, no sé en qué lengua se lo
 rar su  textura con eI satén ni con  a   seda, pues no era   habría dicho. No la conocí; murió en el momento en
 J
 una  mujer extraordinariamente  belfa y  delicada.  El   que yo naci. Ja1nás vj su rostro, ni siquieta cuando se


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