Page 125 - Autobiografia de mi Madre v.2
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ro de sf mismo, le faltaba seguridad tanto en público   hombre, un hombre muy vulgar, un hombre con10  y o
 como en privado: :-us manos eran pequeñas, no  b :ruar­  sabía que podían ser los hombres; me hizo explicarle
 daban proporción  con  ei  resto  de  su  cuerpo;  eran   por gué hacia aquello con exactitud. Le dije gue tenía
 pálidas, del color desafortunado de una cucaracha en   los senos colmados de urna irritante sensación )  una sen­
 su estado de  crisálida; no eran  manos  que pudieran   sación irritante que yo encontraba también placentera
 inventar o conquistar un mundo, eran manos que sólo   p orque sólo podía ser aliviada por Otra sensación que
 podían  perder un mundo. Yo llevaba más de un año   me parecía 2,ún más deseable )  la de tener la boca de un
 trnbajando  para  él  como ayudante cuando tuvo  q ue   hombre apoyada firmemente en ellos.
 ausculrnrme el pecho porc 1ue no dejaba de toser. En­  Estában1os en la estancia en fa que examjnaba -a sus
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 ton ces  tn s   pechos  estaban  en  u n   e s tado  de   pacientes, yo estaba sentada en la mesa; la habitación
 hipcrscnsibilídad constante, !os senos propiameme di­  tenía ventanas en tres <le sus lados )  las ventanas tenían
 chos dos pequeños globos de carne pardo-rnjiza, los   persianas de madera ajustables; las tablillas de madera
 pezones un fruto purpúreo y puntiagudo; quemaban,   estaban inclinadas de forma que guedaban medio abier­
 picaban, y esa sensadón cesaba sólo cuando una boca   tas, y entre  ellas entraba la luz del sol, bien definida,
 la boca de un hombre, Jos envolvfa estrechamente y   cada ra y o de luz tenía unos ocho centímetros de gro­
 los chupaba. Ya hacia  tiempo  gue habfa aprendido a   sor; algunos de ellos caían sobre el suelo, basm la mitad
 tec<>nocer en ello quizá una incansable parte de ml au­  de la habitación ;, y morían alH, mientras que otros caían
 téntica forma de ser, así gue buscaba a un hombre gue   en diagonal sobre otra zona del suelo y luego se do­
 pudiera ofrecerme alivio para esa sensación; no busca­  blaban  para subir hasta la mitad  de la  pared, donde
 ba níngün marido, y en consecuencia mis labios jamás   morían, lo que le conferfa a aquella es rancia una extra­
 pronunciaron frases como "me casé con él porgue era   ña  atmósfera, medio en penumbra; medio iluminada }
 muy  atractivo ',  "me  casé con  él  porque  me  pareció   una estancia en la  que estaban un hombre completa.­
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 honrado,, o ume casé con é] porque pensé que sería un   mente  vestido >  una  mujer  explicándole  por  qué  se
 buen  proveedor''. Debido al  estado hipersensible de   vendaba lo-s  senos, una lámpara de  queroseno en la
 mis senos, llevaba tiras de muselina muy apretadas al­  estantería, un juego de jofainas esmaltadas en blanco
 rededor del pecho, como si quisiera proteger una vieja   q ue contenían jeringuiUas y agujas y pinzas sobre una
 herida. Para que Philip pudiera examinarme tuve  que   mesa de caoba; y de repente él debió de sentirse exci­
 quitar el vendaje, y como se trataba de un médko, lo   tado ;, porque se aieió de mf y se puso a mirar a través
 hice en su presencia. Me guité la muselina con mucho   de una de las persianas medio cerradas, y por supuesto
 cuidado, como lo habría hecho si hubiera estado sola,   vio el fin del mundo, porgue el cielo de Roseau ofrecía
 y lo hice así porgue me encontraba en presencia de un   a veces  ese  aspecto parecía el  Paraíso,  el lugar ideal
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 médico,  no  por, ¡ue  pretendiera  gue a él  le pareciera   para cuando no se quiere pensar demaslado; y es posi­
 interesante en absoluto.  Su voz adquirió  una calidad   ble c1ue se preguntara a sí mis1no qué estaba haciendo
 extraña, extraña porque procedía de él, pero muy fa­  en ague] lugar del mundo, y es posible gue recordara
 miliar de  todas  formas  para  mí;  sonó  como  un   todas las motivaciones que le habían llevado a  ac¡ud


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