Page 121 - Autobiografia de mi Madre v.2
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dulzona de la putrefacción en la <Jue a veces puede tarde, antes de acostarse, tomarían una caza de choco
pasar por un manjar exótico, justo antes de pudrirse . late n glés, a pesar de q ue sabfan perfectamente que el
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del todo; antes de que los pantalones alcanzr,,.ran su cin árbol del cacao no crecía en Inglaterra.
tura <le nuevo, �: í lo únlco que quedaba vivo en é]; se ¿Cómo terminaba un día así en aquella é poca de
trataba de su veHo púbico: cubría una extensa 7,ona de mi vida? Yo esrnba sentada en la catna com p letamente
su horcajadura� y crecfa f o rmando un amplio círculo1 desnuda� con las piernas sobre las piernas de PhiHp,
casi ocultando por completo sus partes pudendas; era que también estaba desnudo. Acababa de salir de mí, y
de color rojo, el rojo de un regalo o el rojo de algo de mi Jntedor se derramaba un líquido caliente pareci
que se tJucma rá p idamente. Esta breve entrevista mía do a la saliva q ue formaba una mancha de humedad
con un enterrador no lleg ó a inidarse, por lo que no en la sábana. Era como la mayoría de hombres que
podía tener un finat consistió sólo en un "buen dfa" había conocido, obsesionado con una actividad en la
por mi parte y un "eh, eh" por la suya, y los dos habla que no era muy diestro, pero seguía muy bfon las ins
mos a la vez, así que él no oyó realmente lo que yo le trucciones y no le daba miedo que !e dijeran lo que
decía y yo no oí realmente lo que me deda él, y de eso tenía que hacer ni se sentía avergonzado de no saber
se trataba. La idea de que de verdad nos escucháse todo lo q ue había q ue hacer. Tenía un interés obsesivo
m m ; mutuamente ern descabellada; de habernos por remodelar el paisaje natural: no la horticultura por
tomado e! trabajo de hacerlo, podríamos habernos necesidad de cultivar alimentos, sino la jardinería como
l
asesinado o haber desatado una cadena de aconteci un u jo, el cultivo de p lantas llenas de flores sólo p or el
mientos cuyo único desenlace posible habría sido que placer de hacerlo y de conseguir < J Ue a< ¡ ue!las plantas se
ambos acabásemos colgados de la horca a mediodía comportaran exactamente como él c1uerfa q ue lo hlcie
en una plaza pública. Él desapareció en el interior de la ran; y resultaba perfectamente )ógko que se sintiera
Casa de los l\'1uertos, donde guatdaha las hcrramien� atraído precisamente por esa actividad, pues constitu
tas propias de su ofido: palas, escaleras de mano, sogas. ye un acto de conquista, por apacible que ésta sea. Había
Los feligreses permanedan en píe en 1a esca1inata enrrado en mi alcoba en su esr-ado de ánlmo h-abltuat:
de fa iglesia, so portando el calor ) ahora intenso, como no decía nada 1 no revelaba nada > actuaba como si no
si tuvieran la abw!uta certeza de que estaba cargado de sintiera nada, y eso era algo que me gustaba, pues toda
bendiciones, aun q ue destinadas sólo a ellos; charlaban la gente que conocía estaba repleta de sentimientos y
uno con otro, se escuchaban uno a otro, se sonreían palabras, a menudo encauzados a impedir que realiza
uno a otro; f o rmaban un bonito cuadro, como hor ra mis deseos; pero él había entrado entonces en 1ni
migas de un mh•mo hormiguero; era un bonito cuadro) alcoba con un 'libro en la mano, un libro lleno de
puesto que Lazarus quedaba fuera del mismo, yo que fotografias de ruinas, no restos de dvi!izaciones perdi�
daba fuern del mismo. Se des p idieron y volvieron a das, sino decadencia provocada expresamente, Estab�
sus hobrares, donde tomarían una taza de té inglés, a obsesionado también con esa idea, decadencia, ruina,
pesar de q ue sabían perfectamente que el árbol del té y también esta obsesión tenfa sentido, pues procedía
no crecía en In g laterra, y a q uella misma noche, más de unas gentes que habían causado tanta ruina y deca-
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