Page 119 - Autobiografia de mi Madre v.2
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tan  destacado  de  la misma que ahora se  le permitía   momento de in g enua  es peranza;  su madre debió de
 hacer !a lectura durante e1 scvicio dominical de la ma­  pensar que un nombre como ése, que poseía la riqueza
 ñ a na.  Como obedeciendo  a  1nis  IJamadas,  toda  la   y el poder de haber gozado de una segunda oportuni­
 congre g ación 8ur g ió  de repente  fuera  de la i g lesia, y   dad divina, le proteg ería de alguna manera de la muerte
 entre los fieles estaban mi padre, en  q uien ya no había   en vida que era su existencia real; pero no había servi­
 el menor indicio de la falsedad en la  q ue había incurri­  do de nada,  había nacido siendo el de los Muertos y
 do  uniéndose  a  un  grupo  de  gente  como  aquél,  y   moriría siendo el de los I\.luertos. Era una de las mu­
 también Phili p , el hombre para el  ue yo trabajaba pero   chas  p ersonas  con  ]as  q ue mi padre 1nantenía  una
 q
 al  g uc no odiaba y < ¡ ue era al mismo tiempo el hombre   relación parasitaria, (así como las  personas con las que
 con el  que me acostaba pero al que no amaba y con   nú padre as1Stía a los servidos eclesiásticos mantenían
 quien finalmente me  casa.ría  aunque :;:iguiera sjn amarle.   una relación parasitaria con mí padre), y yo le conocía
 Los fieles de aquella congregación se encontraban en   pon.¡ue mí madre esrnba enterrada en ese cementerio
 ac ¡ ucl  momento en  un  estado  de profunda satisfac­  (no veía su tumba desde donde estaba ahora), y una
 ción, aunque su estado de profunda satisfacción no era   vez en que había ido a visltar su sepultura, me tropecé
 idéntico  en  todos  los casos;  mi  padre  estaba menos   de frente con él en el camposanto; llevaba una botella
 satisfecho que Phili p, su posición en el  grupo estaba   (de medio litro) de ron blanco en una mano,  y  con la
 menos afianzada. Pero mi padre  poseía una increíble   otra se sostenía los  p antalones a Ja altura de ia cintura;
 capacldad de fingir y sabía muy bien c6mo conseguir   un insecto no dejaba de intentar sorber de una gota de
 que una persona corriente se sintiera des g raciada y cómo   saliva gue tenía en la comisura de la boca, y él al  p rin­
 hacer que  q uien era simplemente un  p obre desgracia­  ci p io utilizó la mano con la  q ue sostenía la botella de
 do  se conl'irtiera  en  una  persona capa,  de  gdtar en   ron para espantarlo;  p ero el jnsecto  p ersistía con obsti�
 medio de la noche: ¿Qué es lo que hace gue el mundo   nación >  así que� instintivamente, sin pensarlo� soltó la
 g i re en mi contra?, con un gemido de angustia tremen­  cintura de Jos pantalones  y  a p artó :al lnsecto con firme­
 damente acorde con la misma esencia de la noche y sin   za. El insecto se atejó, el insecto no volvió, pero los
 embargo completamente extraño a la  persona real de   pantalones se le cayeron hasta los tobillos,  y  una vez
 cuyo ser habían escapado involuntariamente aquellas   más de manera instintiva, sin pensarlo, se a gachó para
 palabras. No había  g ue ir muy lejos para descubrir con   subírselos y volvió a encontrarse en 1a 1nisrna situación,
 una simple mirada un elocuente ejemplo: en el extre­  la situación de  un pobre hombre atribulado  p or una
 mo  más  alejado del  cementerio, colindante  con el   serie de acontecii11ientos a fa  quienes se sienten cul p a­
 camposanto, estaba un hombre llamado La,arus ha•   bles,  los  exbaústos  y  los  desesperados, llaman vida.
 ciendo  un  a g ujeto en  la tierra,  estaba Cávando  una   Parecía una  bestia de carg ,a demasiado cansada, pare­
 tumba; la  persona que fuera a ser enterrada en esa tumba   cía  un cadáver  de  animal viviente;  los  huesos de  su
 tan alejada de la i lesia sería una persona  pobre,  q uizá   cuerpo eran demasiado  prominentes,  estaban  dema­
 g
 uno de los  simplemente desgraciados. Yo conocía  a   siado a flor de piel, él despedía un olor amargo, hedía,
 Lazatus  ... debían de haberle pue�to ese nombre en un   olía  como algo putrefacto  que estuvlera en  esa  fase


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