Page 109 - Autobiografia de mi Madre v.2
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bfan sido íncapaces de procur3t placer, incapaces de de creyentes cristianos, una secta a la que mi padre no
despertar siquiera el menor lnteré$; sus labios eran an prestaba demasiada atención.
chos y generosos, se satisfacían a sí mismos, Había A mí no me invitaron a su boda. El día de su ma
abandonado la cabecera de la cama de mi hermana trimonio no tuvo nada de especial. Llovía a r:atos 1 el
para ir a verle movida por la curiosidad aunque no se cielo tenía un color lechoso, como la leche recién orde
)
trataba de una curiosidad imperiosa. Después <le todo, ñada de una vaca y conservada en un viejo cubo; nada
sólo quería ver si no era demasiado tarde para disua resultaba portentoso, ni en sentido benigno ni maligno.
dirla de convertir la presencia en su vida de aquel Todo era indiferente a su enlace. Mi hermana llevaba
hombre indigno en algo permanente; después de todo un vestido de seda blanco; procedía de muy lejos, p ro
me traía sin cuidado, después de todo y a pesar de cedía de China, pero todos dijeron que se casaba
todo 1 no jmportaba, ataviada con sedl\ in glesa. llevaba perlas alrededor del
Se casaron� pero tendrían que pasar años antes de cuello; mí padre se las había regalado a su madre, na
sé de dónde las sacaría él. Ella estaba fuera de sí de
que tuviera lugar ese acontecimiento: tres, cuatro, cinco t
seis, y hasta siete. Ella nunca se recuperó del todo del contento. No era un dechado de belleza. Había queda
accidente. Tenía todo el cuer p o cubierto por tantas cica do totalmente desfi g urada a causa del accídente: no
trices que parecía un mapa en el que las líneas fronterizas podía enfocar adecuadamem:e la vista, tenía una pierna
se hubieran dibujado una y otra vez, el resultado de ba más lar g a c 1 ue ia otra y cojeaba li g eramente al andar,
tallas cuya conclusión nunca era definitiva. Durante algún Pero no eran esas cosas las que hacían c ¡ ue no fuer-a
tiempo sollo7/4ba día y noche. Luego calló y no volvió a bella ) pues la confusión interna que le causaba el hecho
llorar jamás. Esperó. Un día, no hada mucho tiempo de no p oder enfocar bien podría haber conferido a su
q ue se había cumplido su séptimo año de espera, llegó rostro derta expresión de vulnerabilidad; también la
una mujer a la casa de mi padre y pre g untó por mi cojera podría haber despertado en cualquiera cierto
hermana. Cuando ésta $alió a su encuentro, le puso un sentimiento de compasión hada ella. Pero no era. así;
pequeño bulto entre los brazos y dijo que aquel bulro se hizo más arro g ante > su voz adquiri6 cierra calidad
era un niño; elia era su madre y Pacquet era su padre. vulgar, su mirada se hizo fija e inexpresíva, su figura se
Luego desapareció. Jv!i hermana y yo cuidamos del niño, volvió mas voluminosa y lenta; no era exactamente furia
aunque en realidad fui, yo quien lo hizo > atender a sus contenida, síno sólo una mujer decepcionada con el
necesidades, p ues ella era y a incapaz de cuidar de si mis- amor de un hombre.
ma, mucho menos de un niño pegueño. El niño no se Una vez casados, vivieron con los padres de clla,
desarrolló como es debido, y al cabo de dos años mu- · una situación q ue IT.li p adre intuyó inmediata. y correc
rió de una enfermedad que dijeron era la tos ferina. La rarnente q ue se trataba de un peli g ro p ara mi. Su es p oso
vida de aquel niño pasó inadvertida, como si nunca hu no la amaba, eso ella lo sabía. Tampoco senría afocro
biera existido. Mi padre prohibió q ue fuera enterrado por mí; eso ella no lo sabía. Yo le llamaba monsieur
en el mismo cementerio que su hijo, Alfred. Finalmente Pacquet, un formalismo con el que pretendía dejar cla
lo enterramos entre los miembros de una pequeña secta ra mi falta de interés� por no mencionar lo poco que
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