Page 105 - Autobiografia de mi Madre v.2
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Yo fa había ,:fato aquel domingo por la tarde antes h vida no es ningún mjsterio, todo el mundo sabe de
de que partiera al encuentro de su destino, y tenía ese sobra cuál es e1 curso incvit:abJe de la misma; el mlsterio
aspecto tan peculfar que a veces envuelve a la$ p ersonas, es una trampa destinada a aquellos sobre los que ha caí
algo que ahora sé reconocer pero no entonces ... ese do la maldición de ia curiosidad.
aspeeto <¡ue parece decir: Cualquier cosa que haga aho• Yacía entre las ásperas sábanas de la cama del hospi
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rasera aquello gue señale mi fin. Había estado peleándose tal. Tenía la piel de un marrón pálido, como papel de
consigo misma, aunguc ella creía haber mantenido una estraza, el pig¡ncnto marrón oscuro en la ca pa ff1ás su
disputa con su madre, pero su madre no le prestaba Ja perficial. Ya no era cuestión de que esuviera o no contenta
menor atención. Llevaba un vestido blanco de algodón; de verme. No podía verme con claridad en absoJuto.
su padre insistía en que los domingos vistiera de blanco, Quizá veía mi imagen multiplicada por tres o por cien;
".º p o se g uir ninguna tradición reconocida por nadie, pero tanto si me habfa convertido en tres como en un
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smo olo porque se había formado una idea de su pro centenar, seguía sin gustarle lo más mínimo. Pero ya nunca
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pia vmud que le convertía, como sólo él era capaz de volvería a gustarle nada en este n1ur1do. Habfa ido a
comprender, en una persona más virtuosa que los de visitarla por iniciativa p ropia. No se esperaba de mí q ue
más morrales. Cuando iba a buscar .la bicicleta se había lo hiciera como una obli¡,,ación; nadie me lo había pedi
tropezado conmigo, 5e había tropezado conmi go y me do. i\l verme, me volvió la cara; quizá po r<¡ ue le disgustaba
había mirado haciendo una mueca que estaba destinada verme, o quizás esrnba aver g onzada.
a co vertirse en la expresión inmutabJe de sus rasgos: las Cuando la vi, un hombre estaba en pie junto a su
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comisuras de los labios vueltas hada arriba; los iris de cama, en una habitación pequeña en la que había otras
ambos ojos desviados hacía los extremos, de forma seis camas pero nin g ún otro paciente. Era el mismo
hombre que algunos domingos venía a comer con mj
que veía desenfocado todo aquello <1ue mirara. Las ven� padre y -con la esposa de mi padre; era e1 hombre con
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� ana de su nariz despedían amargura; no en e1 aire que el q ue pasaría fa mayor parte de mi vida; pero, ¿cómo
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1nsp1raba, smo en el que exhalaba. La mitada que me
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lanzo era cruel, pero no importaba, no necesitaba su iba a saberio entonces? Ella no me rniró, no 9uerfa
compa$ÍÓn. Cuando volví á verla yada en una cama de verme; él sí me míró� pero en a q ud momento yo no
hospital en Roseau. En aquel momento estaba sola. Su significaba nada para él, y más adelante no recordaría
padre habla estado ali! antes que yo, su madre había haberme visto en aquella ocasión. Cuando ella final
estado allf antes que yo, no habían estado antes allí ¡un• mente me miró, vio mi fi g ura multi p licada por diez,
to Habían pasado diez días; hacía diez días que había cada una de las imágenes parcialmente superpuesta a
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catdo por el precipicio. Todavía no se había parado a fas otras, ninguna de las réplicas enrernmenre nítida.
pensar en la extrañeza de la vida, todavía no se había Aquella visión la desconcertó; me volvió la cara indig
parado a pensar en lo efímeros que son cada momento nada. Debí de sentir afecto por ella entonces, lo bastante
cada dia, cada existencia; ahora creo que nunca to hizo� como para dominar la curiosidad que se había desper
Creo que al final de su vida era infeliz, se sentía confun tado en mí -al verla alli postrada: ¿cómo era él, cómo
dida ... exactamente igual que al principio. Naturalmente, era ese hombre por el que había quedado reducida a
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