Page 62 - Fahrenheit 451
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-¿No me preguntas nada sobre lo de anoche? antes. La odio. Te ha sacado de tus casillas y antes de que
-dijo. te des cuenta, estaremos en la calle, sin casa, sin empleo,
-¿Sobre qué? sin nada.
-Quemamos un millar de libros. Quemamos a una -Tú no estabas allí, tú no la viste -insistió él-.
mu¡er. Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos
-¿Y qué? imaginar para hacer que una mujer permanezca en u a
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La sala de estar estallaba de sonidos. casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no se sacri
-Quemamos ejemplares de Dante, de Swift y de fica por nada.
Marco Aurelio. -Esa mujer era una tonta.
-¿No era éste un europeo? -Era tan sensata como tú y como yo, quizá más, y la
-Algo por el estilo. quemamos.
-¿No era radical? -Agua pasada no mueve molino.
-Nunca llegué a leerlo. -No, agua no, fuego. ¿Has visto algu a c sa q e-
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-Era un radical. -Mildred jugueteó con el telé- mada? Humea durante días. Bueno, no olvidare ese m
fono-. No esperarás que llame al capitán. Beatty, ¿ver cendio en toda mi vida. ¡Dios! Me he pasado la noche
dad? tratando de apartarlo de mi cerebro. Estoy loco de tanto
-¡Tienes que hacerlo! intentarlo.
-¡No grites! -Hubieses debido pensar en eso antes de hacerte
-No gritaba. -Montag se había incorporado en la bombero.
cama, repentinamente enfurecido, congestionado, sudo -¡Pensar! ¿Es que pude escoger? Mi abuelo y mi pa
roso. La sala de estar retumbaba en la atmósfera ca dre eran bomberos. En mi sueño, corrí tras ellos.
liente-. No puedo decirle que estoy enfermo. La sala de estar emitía una música bailable.
-¿Por qué? -Hoy es el día en que tienes el primer turno -dijo
«Porque tienes miedo», pensó él. Un niño que se finge Mildred-. Hubieses debido marcharte hace dos horas.
enfermo, temeroso de llamar porque, después de una Acabo de recordarlo.
breve discusión, la conversación tomaría este giro: «Sí, -No se trata sólo de la mujer que murió -dijo Mon
capitán, ya me siento mejor. Estaré ahí esta noche, a las tag-. Anoche, estuve meditando sobre todo el petróleo
diez.» que he usado en los últimos die años. Y también e? los
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-No estás enfermo -insistió Mildred. libros. Y, por pnmera vez, me di cuenta de que habia un
Montag se dejó caer en la cama. Metió la mano bajo la hombre detrás de cada uno de ellos. Un hombre tuvo que
almohada. El libro oculto seguía allí. haberlo ideado. Un hombre tuvo que emplear mucho
-Mildred, ¿ qué te parecería si, quizá, dejase mi tra tiempo en trasladarlo al papel. Y ni siquiera se me había
bajo por algún tiempo? ocurrido esto hasta ahora.
-¿Quieres dejarlo todo? Después de todos esos años Montag saltó de la cama.
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de trabajar, porque, una noche, una mujer, y sus libros ... -Quizás algún hombre necesitó toda una vida para
-¡Hubieses tenido que verla, Millie! reunir varios de sus pensamientos, mientras contemplaba
-Ella no es nada para mí. No hubiese debido tener li- el mundo y la existencia, y, entonces, me presenté yo y
bros. Ha sido culpa de ella, hubiese tenido que pensarlo en dos minutos, ¡zas!, todo liquidado.
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