Page 52 - Fahrenheit 451
P. 52
La gente salió corriendo de las casas a todo lo largo de -No quiero luz.
la calle. -Acuéstate.
No hablaron durante el camino de regreso al cuartel. Montag oyó cómo ella se mov�a impaciente; los resor-
Rehuían mirarse· entre sí. Montag iba sentado en el banco tes de la cama chirriaron.
delantero con Beatty y con Black. Ni siquiera fumaron -¿Estás borracho?
sus pipas. Permanecían quietos, mirando por la parte De modo que era la mano que lo había empezado
'
frontal de la gran salamandra mientras doblaban una es- todo. Sintió una mano y, luego, la otra que desabrochaba
quina y proseguían avanzando silenciosamente. su chaqueta y la dejaba caer en el suelo. Sostuvo sus an
p
-Joven Ridley -dijo Montag por último. talones sobre un abismo y los dejó caer en la oscundad.
-¿Qué? -preguntó Beatty. Sus manos estaban hambrientas. Y sus ojos empezaban a
-Ella ha dicho «joven Ridley». Cuando hemos lle- estarlo también, como si tuviera necesidad de ver algo,
gado a la puerta, ha dicho algo absurdo. «Pórtate como cualquier cosa, todas las cosas.
un hombre, joven Ridley», ha dicho. Y no sé qué más. -¿Qué estás haciendo?-preg ntó su esposa.
1_1
-«Por la gracia de Dios, encenderemos hoy en Ingla Montag se balanceó en el espacio con el libro entre sus
terra tal hoguera que confío en que nunca se apagará» dedos sudorosos y fríos.
-dijo Beatty. Al cabo de un minuto, ella insistió:
Stoneman lanzó una mirada al capitán, lo mismo que -Bueno, no te quedes plantado en medio de la habi-
Montag, atónitos ambos. tación.
Beatty se frotó la barbilla. Él produjo un leve sonido.
-Un hombre llamado Latimer dijo esto a otro lla -¿Qué? -preguntó Mildred.
mado Ridley mientras eran quemados vivos en Oxford, Montag produjo más sonidos suaves. Avan o dan�o
:
por herejía, el 16 de octubre de 1555. traspiés hacia la cama y metió, torpemente, el h?ro ba¡ �
Montag y Stoneman volvieron a contemplar la calle la fría almohada. Se dejó caer en la cama y su mu¡er lanzo
que parecía moverse bajo las ruedas del vehículo una exclamación, asustada. Él yacía lejos de ella, al otro
-Conozco muchísimas sentencias -dijo Beatty-. lado del dormitorio, en una isla invernal separada por un
Es algo necesario para la mayoría de los capitanes de mar vacío. Ella le habló desde lo que parecía una gran
bomberos. A veces, me sorprendo a mí mismo. ¡ Cui distancia, y se refirió a esto y aquello, y no eran más que
dado, Stoneman! palabras, como las ue había escuchado en el cuarto de
q
_
Stoneman frenó el vehículo. los niños de un amigo, de boca de un pequeno de dos
-¡Diantre! -exclamó Beatty-. Has dejado atrás la años que articulaba sonidos al aire. Pero Montag no con
esquina por la que doblamos para ir al cuartel. testó y, al cabo de mucho rato, cuando sólo él prod cía
�
los leves sonidos, sintió que ella se movía en la habita
ción, se acercaba a su cama, se inclinaba sobre él y le to
-¿Quién es? caba una mejilla con la mano. Montag estaba seguro de
-¿Quién podría ser? -dijo Montag, apoyándose en que cuando ella retirara la mano de su rostro, la encon
la oscuridad contra la puerta cerrada. traría mojada.
Su mujer dijo, por fin:
-Bueno, enciende la luz.
50 51