Page 39 - Fahrenheit 451
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Éste retrocedió. El Sabueso adelantó un  paso en  su   -Irritado, pero no completamente  furioso. Sólo con
 perrera. Montag cogió la barra de metal con una mano.   la suficiente «memoria» para gruñirme al tocarlo.
 La barra,  reaccionando,  se  deslizó  hacia  arriba y, silen­  -¿Quién podría haber hecho algo así? -preguntó el
 ciosamente, le llevó más arriba del techo, débilmente ilu­  capitán-. Tú no tienes enemigos aquí, Guy.
 minada. Estaba tembloroso y su  rostro  tenía  un color   -Que yo sepa, no.
 blanco verdoso.  Abajo, el Sabueso había vuelto a agaza­  -Mañana  haremos  que nuestros técnicos verifiquen
 parse sobre sus increíbles ocho patas de insecto y volvía a   el Sabueso.
 ronronear para sí mismo, con sus ojos de múltiples face­  -No es la primera vez que me ha amenazado -dijo
 tas en paz.   Montag-. El mes pasado ocurrió dos veces.
 Montag esperó junto al agujero a que se calmaran sus   -Arreglaremos esto, ho te preocupes.
 temores. Detrás de él, cuatro hombres  jugaban a los nai­  Pero Montag no se movió y siguió pensando en la reja
 pes bajo una luz con pantalla  verde,  situada en una es­  del ventilador del vestíbulo de su casa, y en lo que había
 quina. Los jugadores lanzaron una breve mirada a Mon­  oculto detrás de la misma. Si alguien del cuartel de bom­
 tag pero no dijeron nada. Sólo el hombre que llevaba el   beros estuviese enterado de lo del ventilador, ¿  no podría
 casco de capitán y el signo del cenit en el mismo, habló   ser que se lo «contara» al Sabueso  ...  ?
 por último, con curiosidad, sosteniendo las cartas en una   El capitán se acercó al agujero de la sala y lanzó una
 de sus manos, desde el otro lado de la larga habitación.   inquisitiva mirada a Montag.
 -Montag  ...  -Estaba pensando  -dijo  Montag- en qué  estará
 -No le gusto a ése -dijo Montag.  pensando el Sabueso Mecánico ahí abajo, toda la noche.
 -¿  Quién,  al Sabueso?  -El capitán  estudió sus nai-  ¿Está vivo de veras? Me produce escalofríos.
 pes-.  Olvídate  de  ello.  Ése no  quiere  ni odia.  Simple­  -Él no piensa nada que no deseemos que piense.
 mente,  «funciona». Es  como  una  lección  de  balística.   -Es una pena -dijo Montag con voz queda-, por-
 Tiene una trayectoria que nosotros determinamos.  Él la   que  lo  único  que  ponemos en  su  cerebro  es  cacería,
 sigue rigurosamente. Persigue el blanco,  lo alcanza,  y   búsqueda  y matanza.  ¡Qué  vergüenza  que  solamente
 nada más.  Sólo  es  alambre  de  cobre,  baterías de carga   haya de conocer eso!
 y electricidad.   Beatty resopló amablemente.
 Montag tragó saliva.   -¡Diablos!  Es  una magnífica pieza de  artesanía,  un
 -Sus calculadoras  pueden ser dispuestas  para cual­  proyectil que busca  su  propio  objetivo y garantiza el
 quier  combinación,  tantos aminoácidos,  tanto  azufre,   blanco cada vez.
 tanta grasa, tantos álcalis. ¿  No es así?   -Por eso no quisiera ser su próxima víctima -re-
 -Todos sabemos que sí.  plicó Montag.
 -Las  combinaciones  químicas  y porcentajes de cada  -¿Por qué? ¿Te remuerde la conciencia por algo?
 uno de  nosotros  están registrados en el  archivo general   Montag levantó la mirada con rapidez.
 del cuartel, abajo. Resultaría fácil para alguien introducir   Beatty permanecía allí, mirándole fijamente a los ojos,
 en la  «memoria»  del Sabueso  una combinación parcial,   en tanto que su boca se abría y empezaba a reír con sua­
 quizás un toque de aminoácido. Eso explicaría lo que el   vidad.
 animal acaba de hacer. Ha reaccionado contra mí.
 -¡Diablos! -exclamó el capitán.

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