Page 43 - Fahrenheit 451
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que dicen de mí,  desde luego. No tengo ningún  amigo.   sólo  se trata de colores y de dibujo abstracto.  Y  en los
 Esto debe demostrar que soy anormal. Pero todos aque­  museos ... ¿Ha estado en ellos?  Todo es abstracto.  Es lo
 llos a quienes conozco andan gritando o bailando por ahí   único que hay ahora. Mi tío dice que antes era distinto.
 como locos o golpeándose  mutuamente. ¿Se ha dado   Mucho tiempo atrás los cuadros a veces decían algo o in­
 cuenta de cómo, en la actualidad, la gente se zahiere en­  cluso representaban a personas.
 tre sí?     -Tu tío dice, tu tío dice ... Tu tío debe de ser un hom­
 -Hablas como una vieja.  bre notable.
 -A veces, lo soy. Temo a los jóvenes de mi edad. Se  -Lo es. Sí que lo es. Bueno, he de marcharme. Adiós,
 matan mutuamente. ¿Siempre ha sido así? Mi tío dice que   Mr. Montag.
 no.  Sólo en el último año,  seis de mis compañeros  han   -Adiós.
 muerto por disparo. Otros diez han muert en accidente  -Adiós ...
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 de automóvil. Les temo y ellos no me quieren por este
 motivo. Mi tío dice que su abuelo recordaba cuando los
 niños no se mataban entre sí. Pero de eso hace mucho,   U no, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete días: el cuartel
 cuando todo era distinto. Mi tío dice que creían en la res­
 ponsabilidad. Ha de saber que yo soy responsable. Años   de bomberos.
             -Montag,  estás puliendo esa barra  como un pájaro
 atrás,  cuando lo merecía,  me  azotaban. Y hago a  mano   encaramado en un árbol.
 todas las compras de la casa, y también la limpieza. Pero   Tercer día.
 por encima de todo -prosiguió diciendo Clarisse-, me   -Montag, he visto que entrabas por la puerta poste­
 gusta observar a la gente. A veces, me paso el día entero   rior. ¿Te preocupa el Sabueso?
 en el «Metro», y los contemplo y los escucho. Sól deseo   -No,no.
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 saber qué son, qué desean y adónde van. A veces, mcluso   .  Cuatro días.
 voy a los parques de atracciones y monto en los coches   -¡Qué  curioso,  Montag!  Esta  mañana lo  he  oído
 cohetes cuando recorren los arrabales de la ciudad a me­  contar. Un bombero de  Seattle  sintonizó adrede un Sa­
 dianoche y la Policía no se mete con ellos con tal de que   bueso Mecánico con su propio complejo químico y, des­
 estén asegurados. Con tal de que todos tenga un seguro  pués, lo soltó. ¿Qué clase de suicidio llamarías a esto?
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 de diez mil, todos contentos. A veces, me deslizo a hurta­  Cinco, seis, siete días.
 dillas  y  escucho  en  el  «Metro». O en las cafeterías. Y,   Y, luego, Clarisse desapareció. Montag advirtió lo que
 ¿sabe qué?   ocurría aquella tarde, pero era no verla por allí. El césped
 -¿Qué?   estaba vacío, los árboles vacíos, la calle también, y si bien
 -La gente no habla de nada.  al  principio  Montag  ni  siquiera  comprendió  que  la
 -¡Oh, de algo hablarán!   .   echaba en falta o que la estaba buscando, la realidad era
 ,  .
 -No, de  nada.  Citan una sene de automov1les,  de  que cuando llegó al «Metro» sentía en su interior débiles
 ropa o de piscinas y dicen que es estupendo. Pero todos   impulsos de intranquilidad.
 dicen lo mismo y nadie tiene una idea original. Y en los   Algo ocurría, algo había alterado su rutina. Una ruti a
 cafés, la mayoría de las veces funcionan la máquinas de  sencilla, es cierto, establecida en unos cuantos días, y, sm
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 chistes, siempre los mismos, o la pared musical e cend1da  embargo ...
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 y todas las combinaciones coloreadas suben y baJan, pero
            Estuvo a punto de volver atrás para rehacer el camino,
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