Page 35 - Fahrenheit 451
P. 35

avanzada la temporada. ¿No ha oído decir eso de frotár­  -Me siento inclinado a creer que necesitas a ese psi­
 selo contra la barbilla? Mire.   quiatra -dijo Montag.
 Clarisse se tocó la barbilla con la flor, riendo.   -No lo piensa en serio.
 -¿Para qué?  Él inspiró profundamente, soltó el aire y, por último,
 -Si deja señal, significa que estoy enamorada. ¿Me ha  dijo:
 ensuciado?   -No, no lo pienso en serio.
 Él sólo fue capaz de mirar.   -El psiquiatra quiere saber p r qué salgo  a p sear
                                                       �
                                       �
 -¿Qué? -preguntó ella.  por el bosque, a observar a los pá¡aros y a coleccionar
 -Te has manchado de amarillo.  mariposas. Un día, le enseñaré mi colección.
 -¡Estupendo! Probemos ahora con usted.  -Bueno.
 -Conmigo no dará resultado.  -Quieren saber lo que hago a cada momento. Y  o les
 -Venga.  -Antes  de  que  Montag  hubiese  podido  digo que a veces me limito  a estar  sentada y a pensar.
 moverse, la muchacha le puso el diente de león bajo la   Pero no quiero decirles sobre qué. Echarían a correr. Y,  a
 barbilla.  Él  se  echó  hacia  atrás  y  ella  rió-.  ¡Estése   veces,  les digo, me gusta echar la cabeza haciaatrás, así,  y
                                                  _
 quieto!   dejar que la lluvia caiga en mi boca.  Sabe a vmo.  ¿  Lo ha
 Atisbó bajo la barbilla de él y frunció el ceño.   probado alguna vez?
 -¿Qué?-dijo Montag.  -No,yo  ...
 -¡Qué vergüenza! No está enamorado de nadie.  -Me ha perdonado usted,  ¿verdad?
 -¡Sí que lo estoy!  -Sí. -Montag meditó sobre aquello-. Sí te he per-
 -Pues no aparece ninguna señal.  donado.  Dios sabrá por qué.  Eres extraña, eres irritante
 -¡Estoy muy enamorado!  -Montag trató de evocar   y, sin embargo, es fácil perdonarte. ¿Dices que tienes die­
 un rostro que encajara con sus palabras, pero no lo  en­  cisiete años?
 contró-. ¡Sí que lo estoy!   -Bueno,  los cumpliré el mes próximo.
 -¡Oh, por favor, no me mire de esta manera!   -Es curioso. Mi esposa tiene treinta y, sin embargo,
 -Es el diente de león -replicó él-.  Lo has gastado  hay momentos en que pareces  mucho  mayor  que ella.
 todo contigo. Por eso no ha dado resultado en mí.   No acabo de entenderlo.
 -Claro,  debe de ser esto. ¡Oh! Ahora,  le he enojado.  -También  usted  es extraño, Mr.  Montag.  A veces,
 Y  a lo veo. Lo siento, de verdad.   hasta olvido que es bombero. Ahora, ¿puedo encoleri­
 La muchacha le tocó en un codo.   zarle de nuevo?
 -No, no  -se  apresuró  a decir  él-.  No me ocurre  -Adelante.
 absolutamente nada.   -¿Cómo  empezó  eso?  ¿Cómo  intervino  usted?
 -He  de  marcharme.  Diga  que  me  perdona.  No  ¿Cómo escogió su trabajo y cómo se le ocurr ó buscar el
                                                 �
                                                         _
 quiero que esté enojado conmigo.   empleo que tiene? Usted no es como los demas. He v1sto
                                                         _
 -No estoy enojado. Alterado, sí.  a unos cuantos.  Lo  sé.  Cuando  hablo,  usted  me  mira.
 -Ahora, he de ir a ver a mi psiquiatra. Me obligan a  Anoche,  cuando dije algo sobre la  luna, usted la miró.
 ir.  Invento cosas que decirle.  Ignoro lo que pensará de   Los otros nunca harían eso. Los otros se alejarían,  deján­
 mí.  ¡Dice  que soy  una  cebolla  muy original!  Le  tengo   dome con la palabra en la boca. O me amenazarían. Na­
 ocupado pelando capa tras capa.   die tiene ya tiempo para nadie. Usted es uno de los pocos

                                                        33
   30   31   32   33   34   35   36   37   38   39   40