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a su alrededor. Se tocó la mejilla magullada-. Sin ningún La casa estaba silenciosa.
Montag se acercó por detrás, arrastrándose a través
moti,,o en absoluto, me hubiesen matado. » del denso perfume de rosas y de hierba humedecida por
�
. Siguió camin ndo hasta el bordillo más lejano, pi
diendo a cada pie que siguiera moviéndose. Sin darse el rocío nocturno. Tocó la puerta posterior, vio que es
cuenta, había recogido los libros desperdigados; no taba abierta, se deslizó dentro, cruzó el porche, y escu
recordaba haberse inclinado ni haberlos tocado. Siguió chó.
pasándolos de una a otra mano, como si fuesen una ju «¿Duerme usted ahí dentro, Mrs. Black? -pensó-.
gada de póquer que no acababa de comprender. Lo que voy a hacer no está bien, pero su esposo lo hizo
. «Quisiera saber si son los mismos que mataron a Cla con otros, y nunca preguntó ni sintió duda, ni se preo
nsse. » cupó. Y, ahora, puesto que es usted la esposa de un bom
Se detuvo y su mente volvió a repetirlo. bero, es su casa y su turno, en compensación por todas
«¡Quisiera saber si son los mismos que mataron a Cla- las casas que su esposo quemó y por las personas a quie
risse!» nes perjudicó sin pensar. »
Sintió deseos de correr en pos de ellos, chillando. La casa no respondió.
Sus ojos se humedecieron. Montag escondió los libros en la cocina, volvió a salir
Lo que le había salvado fue caer de bruces. El conduc al callejón, miró hacia atrás; y la casa seguía oscura y
tor del vehículo, al ver caído a Montag consideró instan tranquila, durmiendo.
táneamente la probabilidad de que pisar el cuerpo a aque En su camino a través de la ciudad, mientras los heli
lla velocidad podía volcar el vehículo y matarlos a todos. cópteros revoloteaban en el cielo como trocitos de papel,
Si Montag hubiese seguido siendo un objetivo vertical... telefoneó y dio la alarma desde una cabina solitaria a la
Montag quedó boquiabierto. puerta de una tienda cerrada durante la noche. Después,
Lejos, en la avenida, a cuatro manzanas de distancia, el permaneció en el frío aire nocturno, esperando y, a lo le
vehículo había frenado, girado sobre dos ruedas, y retro jos, oyó que las sirenas se ponían en funcionamiento, y
cedía ahora velozmente por la mano contraria de la calle, que las salamandras llegaban, llegaban para quemar la
adquiriendo impulso. casa de Mr. Black, en tanto éste se encontraba traba
Pero Montag ya estaba oculto en la seguridad del os jando, para hacer que su esposa se estremeciera en el aire
curo callejón en busca del cual había emprendido aquel del amanecer, mientras que el techo cedía y caía sobre la
largo viaje, ignoraba ya si una hora o un minuto antes. Se hoguera. Pero, ahora, ella aún estaba dormida.
estremeció en las tinieblas y volvió la cabeza para ver «Buenas noches, Mrs. Black », pensó Montag.
cómo el vehículo lo pasaba veloz y volvía a situarse en el
centro de la avenida. Las carcajadas se mezclaban con
el ruido del motor. -¡Faber!
Más lejos, mientras Montag se movía en la oscuridad, Otro golpecito, un susurro y una larga espera. Luego,
pudo ver que los helicópteros caían, caían como los pri al cabo de un minuto, una lucecilla brilló dentro de la ca
meros copos de nieve del largo invierno que se aproxi sita de Faber.
maba. Tras otra pausa, la puerta posterior se abrió.
Faber y Montag se miraron a la media luz como si
cada uno de ellos no creyese en la existencia del otro.