Page 139 - Fahrenheit 451
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hombre corriendo ... Busquen a un hombre solo, a pie ...
Vigilen ... Y allí estaba la estación de servicio, con sus empleados
Montag volvió a hundirse en las sombras. Exacta que atendían a la clientela. Acercándose por detrás, Mon
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mente delante de él había una estación de servicio, res tag entró en el lavabo de hombres. A traves de 1 pared
plandeciente de luz, y dos vehículos plateados se dete de aluminio oyó que la voz de un locutor decia: «La
nían ante ella para repostar. Si quería andar, no correr, guerra ha sido declarada. » Estaban bombeando el com
atravesar con calma la amplia avenida, tenía que estar bustible. Los hombres, en los vehículos, hablaban y los
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limpio y presentable. Eso le concedería un margen adi empleados conversaban acerca de los motor s, del c m
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cional de seguridad. Si se lavaba y peinaba antes de seguir bustible, del dinero que debían. Montag tr to de sentirse
la marcha para ir. .. ¿dónde? impresionado por el comunicado de la rad10, pero no � e
«Sí-pensó-, ¿hacia dónde estoy huyendo?» ocurrió nada. Por lo que a él respectaba, la guerra tendna
A ningún sitio. No había dónde ir, ningún amigo a que esperar a que él estuviese en condiciones � e admitirlo
quien recurrir, excepto Faber. Y, entonces, advirtió que, en su archivo personal, una hora, dos horas mas tarde.
desde luego, corría instintivamente hacia la casa de Faber. Montag se lavó las manos y el rostro y se secó con la
Pero Faber no podría ocultarle; sólo intentarlo, sería un toalla. Salió del lavabo, cerró cuidadosamente la puerta,
suicidio. Pero sabía que, de todos modos, iría a ver a Fa se adentró en la oscuridad y se encontró en un borde de
ber, durante unos breves minutos. Faber sería el lugar la vacía avenida.
donde poder repostarse de su creencia, que desaparecía Allí estaba, había que ganar aquella partida una in
rápidamente, en su propia habilidad para sobrevivir. Sólo mensa bolera en el frío amanecer. La avenida estaba tan
deseaba saber que en el mundo había un hombre como limpia como la superficie de un ruedo dos minutos antes
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Faber. Quería ver al hombre vivo y no achicharrado allí, de la aparición de ciertas víctimas anómmas y de ciertos
como un cuerpo introducido en otro cuerpo. Y debía de matadores desconocidos. Sobre el inmenso río de ce
jar parte del dinero a Faber, claro está, para gastarlo mento, el aire temblaba a causa del calor del cuerpo de
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cuando él siguiese huyendo. Quizá podría alcanzar el Montag; era increíble cómo notaba que u tem eratura
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campo abierto y vivir cerca de los ríos o las autopistas, en podía producir vibraciones en el mundo m ed1ato. Era
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los campos y las colinas un objetivo fosforescente. Montag lo sabia, lo sent1a.
Un intenso susurro le hizo mirar hacia el cielo. Y, ahora, debía empezar su pequeño paseo. . .
Los helicópteros de la Policía se elevaban desde un Unos faros brillaban a tres manzanas de d1stanc1a.
punto tan remoto que parecía como si alguien hubiese Montag inspiró profundamente. Sus pulmones eran
soplado una flor seca de diente de león. Dos docenas de como focos ardientes en su pecho. Tenía la boca reseca
ellos zumbaron, oscilaron indecisos a cinco kilómetros por el cansancio. Su garganta sabía a hierro y había acero
de distancia, como mariposas desconcertadas por el oxidado en sus pies.
otoño. Y después, se lanzaron en picado hacia tierra, uno • Qué eran aquellas luces? U na vez se empezaba a an
por uno, aquí, allí, recorriendo las calles donde, vueltos a dar� había que calcular cuánto tardarían aquellos vehícu
convertir en automóviles, zumbaron por los bulevares o, los en llegar hasta él. Bueno, ¿ a qué distancia quedaba el
con igual prontitud, volvían a elevarse en el aire para pro otro bordillo? Al parecer, a un centenar de metros. Pro
seguir la búsqueda. bablemente no eran cien, pero mejor calcular eso, puesto
que él and¡ba lentamente, con paso tranquilo, y quizá
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