Page 132 - Fahrenheit 451
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cansancio, el asombro y el dolor, permitiendo que Beatty hay terror, Casio, en tus amenazas, porque estoy tan bien
le atacara sin que él levantase ni una mano. armado de honestidad que pasan junto a mí cual una te
-Montag, idiota, Montag, maldito estúpido; ¿qué te nue brisa, que no me causa respeto. ¿Qué te parece? Ade
ha impulsado a hacer esto? lante, literato de segunda mano, aprieta el gatillo.
Montag no escuchaba, estaba muy lejos, corría tras de Adelantó un paso hacia Montag.
su imaginación, se había marchado, dejando aquel cuerpo Montag sólo pudo decir:
c bierto de hollín para que vacilara frente a otro loco fu -Nunca habíamos quemado ...
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rioso. Y, entonces, se produjo una estridente llama ª?ª• y un
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-¡Montag, márchate de ahí! -dijo Faber. muñeco saltarín, gesticulante, ya no humano m identifi
Montag escuchó. cable convertido en una llamarada, se retorció sobre el
Beatty le pegó un golpe en la cabeza que le hizo retro césp;d, en tanto que Montag lanzaba contra él un chorro
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ceder, dando traspiés. La bolita verde en la que murmu continuo de ardiente líquido. Se produJO un siseo como
raba la voz de Faber cayó a la acera. Beatty la recogió, cuando un escupitajo cae sobre el hierro ardiente de una
sonriendo. La introdujo a medias en una de sus orejas. estufa, un borboteo y un espumear, como si se hubiese
Oyó la voz remota que llamaba: echado sal sobre un monstruoso caracol negro para pro
-Montag, ¿está usted bien? ducir una terrible licuación y un hervor sobre la espuma
Beatty desarmó el pequeño receptor y se lo guardó en amarilla. Montag cerró los ojos, gritó, gritó y forcejeó
un bolsillo. para llevarse las manos a los oídos, para aislarse· de aquel
-Bueno, de modo que aquí hay más de lo que me fi ruido. Beatty giró sobre sí mismo una y otra y otra vez,
guraba. Te he visto inclinar la cabeza, escuchando. De y, por último, se contrajo sobre sí mismo como un mu
momento, he creído que tenías una radio auricular, pero, ñeco achicharrado y quedó silencioso.
después, cuando has empezado a reaccionar, he dudado. Los otros dos bomberos no se movieron.
Seguiremos la pista de esto, y encontraremos a tu amigo. Montag contuvo su mareo el tiempo suficiente para
-¡No!-exclamó Montag. apuntar con el lanzallamas.
Abrió el seguro del lanzallamas. Beatty miró instantá -¡Volveos de espaldas!
neamente los dedos de Montag, y sus ojos se abrieron le Ambos obedecieron, con sus rostros totalmente des-
vemente. Montag vio la sorpresa que expresaban y, a su coloridos y húmedos de sudor; Montag les qui ó los as
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vez, se miró las manos, para ver qué habían estado ha cos y les golpeó en la cabez . Ambos caye on sm sentido.
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ciendo. Más tarde, al recapacitar sobre la escena, Montag Ambos permanecieron tendidos y sm movimiento.
nunca pudo decidir si fueron las manos o la reacción de El susurro de una hoja otoñal.
Beatty para con ellas, lo que le impulsó definitivamente Montag se volvió y el Sabueso Mecánico estaba allí.
al crimen. El último derrumbamiento de la avalancha re Estaba atravesando el césped, surgiendo de las som-
sonó en sus oídos, sin afectarle. bras moviéndose con tal suavidad que parecía una sólida
Beatty mostró su sonrisa más atractiva. nub� de humo blanco grisáceo que flotara hacia él, en si-
-Bueno, éste es un buen sistema para conseguir un lencio.
auditorio. Apunta a un hombre y oblígale a escuchar su El Sabueso pegó un último salto y cayó sobre Mont g
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discurso. Suéltalo ya. ¿De qué se tratará, esta vez? ¿Por desde arriba, con las patas de araña alargadas y la aguJa
qué no me recitas a Shakespeare, maldito estúpido? No de procaína asomando en su enfurecido morro. Montag
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