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 tas-, ahí llega un bicho muy extraño que en todos los  Sidney. Pero por otra parte: Las palabras son  como  � as,
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 idiomas recibe el nombre de tonto.  y cuanto más abundan raramente se encuentra  eb ;o de­
 Alargó una mano de lado, con la palma hacia  arriba,  masiado fruto o sentido, Alexander Pope. ¿Que opmas de
 en espera de un obsequio. Montag puso el libro  en ella.  esto?
 Sin ni siquiera mirar el título, Beatty lo tiró a la papelera  -No lo sé.
 y encendió un cigarrillo.  -¡Cuidado! -susurró Faber, desde otro mundo muy
 -Bien venido, Montag. Espero que te quedes con no­  lejano.
 sotros, ahora que te ha pasado la fiebre y ya no estás en­  -·O  de  esto?  Un poco  de  instrucción  es peligrosa.
 fermo ¿Quieres sen arte a jugar una mano de póquer?  Bebe �opiosamente, o no pruebe el "'!anantial de la sabi­
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 Se mstalaron y d1stnbuyeron los naipes. En presencia  duría; esas corrientes profundas intoxican el cerebro,  be­
 de Beatty, Montag se sintió lleno de culpabilidad. Sus de­  ber en abundancia nos vuelve a serenar, Pope. El mismo
 dos eran como hurones que hubiesen  cometido alguna  ensayo. ¿Dónde te deja esto? _
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 fechoría y ya nunca pudiesen descansar, siempre agitados  Montag se mordió los l bios _ ;   .
 y ocultos  en  los bolsillos,  huyendo  de  la mirada  pene­  -Y  O te lo diré -pros1gu10 Beatty,  sonriendo a sus
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 trante de  � eatty,  Montag  tuvo la  sensación  de que si  naipes-. Esto te ha embriagado duran e u breve plazo.
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         tás dispuesto a trastornar  el mundo, a corta cabezas, ,ª
 Beatty hubiese llegado a lanzar su aliento sobre ellos, sus  Lee algunas líneas y te caes por el precip1c10. Vamos, es­
 manos se marchitarían,  irían deformándose y nunca más  _  :
 recuperarían la vida; habrían de permanecer enterradas  aniquilar mujeres y niños, a destruir la autondad. Lo se,
 para siempre  en  las  mangas de  su chaqueta,  olvidadas.  he pasado por todo ello :.
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 Porq e aquéllas eran las  anos que habían obrado por su  -Y  a estoy bien -di  JO Montag, �uy  erv1oso.
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 propia cuenta,  mdepend1entemente de  él,  fue en ellas  -Deja de sonrojarte. No estoy pmchandote, de veras
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 donde se manifestó primero el impulso de apoderarse de  que no.  ¿Sabes? Hace una hora he te id un sueño. Me
 libros, de huir con Job y Ruth y Shakespeare; y,  ahora,  había  tendido  a  descabezar  un  suenec1to.  Y,  en  este
                                                       �
 en el cuartel, aquellas manos parecían bañadas en sangre.  sueño, tú y yo, Montag, nos enzarzamos  en un f rioso
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 Dos veces en media hora,  Montag tuvo que dejar  la  debate acerca de los libros. Tu estabas lleno de rabia, me
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 partida e ir al lavabo a lavarse las manos. Cuando regre­  lanzabas citas. y  o paraba, con calma, cada ataque.  oder,
 saba, las ocultaba bajo la mesa.  he dicho. Y tú, citando al doctor Johnson, has reph ado:
                                                        <:
 Beatty se echó a reír.  1 ·El conocimiento es superior a la fuerza! Y yo he dicho:
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 -Mués ranos tus manos, Montag. No es que descon­  «Bueno, querido muchacho», el doctor J hnson tam ?ién
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 f 1emos de u, compréndelo, pero ...   dijo: Ningún hombre sensato abandonara una cosa cierta
 Todos se echaron a reír.  por otra insegura.  Quédate c n l s bomberos,  Montag.
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 :-- � ueno -dij Beatty-, la crisis ha pasado  y todo  ·Todo lo demás es un caos terrible.
            -No le hagas caso -susurró Faber-. Está tratando
 esta  bien.  La  oveJa regresa al redil. Todos  somos  ove­
 jas  que  alguna vez  se han extraviado.  La  verdad  es la  de confundirte. Es muy astuto. ¡Cuidado!
 verdad.  Al  final  de  nuestro  camino,  hemos  llorado.  Beatty rió entre dientes.   . ,
 Aquellos  a  quienes  acompañan  nobles  sentimientos  -Y tú has replicado, tamb1en con una cita: La verdad
 nunca están solos, nos  hemos gritado. Dulce alimento  saldrá a la luz  el crimen no permanecerá oculto  mucho
 de la  sabiduría  manifestada dulcemente,  dijo Sir  Philip  tiempo. Y yo h'e gritado de buen humor: ¡Oh, Dios! ¡Sólo
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