Page 120 - Fahrenheit 451
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está hablando de su caballo! Y: El diablo puede citar las        sado al cuartel en medio de un silencio beatífico,  llenos
            Escrituras para conseguir sus  fines.  Y tú has vociferado:       de  un profundo  sosiego.  -Beatty  soltó  la muñeca de
            Esta época hace más caso de un tonto con oropeles que de          Montag,  dejó  la  mano  fláccidamente  apoyada  en  la
            un santo andrajoso, de la escuela de la sabiduría. Y yo he        mesa-. A buen fin, no hay mal principio.
            susurrado  amablemente:  La dignidad de  la verdad se               Silencio. Montag parecía una estatua tallada en piedra.
            pierde con demasiadas protestas.  Y tú  has berreado:  Las        El eco del martillazo final en su cerebro fue apagándose
            carroñas sangran ante la presencia del asesino. Y yo he di­       lentamente en la oscura cavidad donde Faber esperaba a
            cho, palmoteándote una  mano: ¿Cómo?¿ Te produzco                 que  esos  ecos desapareciesen.  Y,  entonces,  cuando  el
            anginas? Y tú has chillado: ¡ La sabiduría es poder! Y:  Un       polvo empezó a depositarse en el cerebro de Montag, Fa­
            enano  sobre  los hombros de un gigante es el más alto de         ber empezó a hablar, suavemente:
            los dos.  Y yo he resumido mi opinión con extraordinaria            -Está bien, ha dicho lo que tenía que decir. Debe de
            serenidad:  La  tontería  de confundir una metáfora  con          aceptarlo.  Y o también diré lo que debo en las próximas
            una prueba,  un torrente de verborrea con un manantial            horas. Y usted lo aceptará. Y tratará de juzgarlas y podrá
            de verdades básicas, y a sí mismo con un oráculo,  es  in­        decidir hacia qué lado saltar, o caer. Pero quiero que sea
            nato en nosotros, dijo Valéry en una ocasión.                     su decisión, no la mía ni la del capitán. Sin embargo, re­
              Montag meneó la cabeza doloridamente. Le parecía                cuerde que el capitán pertenece a los enemigos rnás peli­
            que le  golpeaban implacablemente en la frente, en los            grosos de la verdad y de la libertad, al sólido e inconmo­
           ojos, en la nariz, en los labios, en la barbilla, en los hom­      vible  ganado  de  la  mayoría.  ¡Oh,  Dios!  ¡La  terrible
            bros,  en  los brazos levantados.  Deseaba gritar:  «¡No!         tiranía de la mayoría! Todos tenemos nuestras arpas para
            ¡ Calla!  ¡ Estás tergiversando las cosas,  deténte ! »  Beatty   tocar. Y, ahora,  le corresponderá a usted saber  con qué
           alargó la mano para coger una muñeca del otro.                     oído quiere escuchar.
              -¡Caramba, vaya pulso! Te he excitado mucho, ¿ver­                Montag abrió la boca para responder a Faber.  Le salvó
           dad,  Montag? ¡Válgame  Dios!  Su pulso suena como el              de este error que iba a cometer en presencia de los otros el
           día después de la guerra. ¡Todo son sirenas y campanas!            sonido del timbre del cuartel. La voz de alarma proveniente
           ¿ He de decir algo más? Me gusta tu expresión de pánico.           del techo se dejó oír. Hubo un tictac cuando el teléfono de
            Swahili,  indio,  inglés ...  ¡Hablo  todos los  idiomas!  ¡Ha    alarma mecanografió la dirección. El capitán Beatty, con las
           sido un excelente y estúpido discurso!                             cartas de póquer en una mano, se acercó al teléfono con
              -¡Montag,  resista!  -La vocecita sonó en el oído de            exagerada lentitud y arrancó la dirección cuando el informe
           Montag-. ¡Está enfangando las aguas!                               hubo terminado.  La miró fugazmente y se la metió en el
              -Oh,  te has  asustado tontamente -dijo Beatty­                 bolsillo. Regresó y volvió a sentarse a la mesa.
           porque he hecho algo terrible al utilizar esos libros a los          Los demás le miraron.
           que tú te aferrabas,  en rebatirte todos los puntos.  ¡Qué           -Eso  puede esperar cuarenta segundos exactos,  que
           traidores pueden ser los libros! Te figuras que te apoyan,         es lo que tardaré en acabar de desplumaros -dijo Beatty,
           y se vuelven contra ti. Otros pueden utilizarlos también,          alegremente.
           y ahí estás perdido en medio del pantano, entre un gran              Montag dejó sus cartas.
           tumulto de nombres, verbos y adjetivos. Y, al final de mi            -¿Cansado, Montag? ¿Te retiras de la partida?
           sueño, me he presentado con la salamandra y he dicho:                -Sí.
           «¿ Vas por mi camino?» Y tú has subido y hemos regre-                -Resiste. Bueno, pensándolo bien, podemos terminar


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