Page 52 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA


        LA  PoNCIA:  De muy  lejos.  Vinieron de los montes.  ¡Alegres!
         ¡Como árboles quemados! ¡Dando voces y arrojando piedras! Ano­
        che llegó al pueblo una mujer vestida de lentejuelas y que bailaba
        con un acordeón y quince de ellos la contrataron para llevársela
        al olivar. Yo los vi de lejos. El que la contrataba era un muchacho
        de ojos verdes, apretado como una gavilla de trigo.

        AMELIA: ¿Es eso cierto?

        ADELA:  ¡Pero es posible!


        LA PoNCIA: Hace años vino otra de estas y yo misma di dinero a mi
        hijo mayor para que fuera. Los hombres necesitan estas cosas.


        ADELA:  Se les perdona todo.

        AMELIA: Nacer mujer es el mayor castigo.

        MAGDALENA: Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen. (Se oye
        un cantar lejano que se va acercando).

        LA PONCIA:  Son ellos. Traen unos cantos preciosos.


        AMELIA: Ahora salen a segar.

        CORO:  Ya salen los segadores
               en busca de las espigas;
               se llevan los corazones
               de las muchachas que miran.

              Se oyen panderos y carrañacas. Pausa. Todas oyen en
              un silencio traspasado por el sol.



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