Page 48 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA
ADELA: ¡Ciega debías estar!
LA PoNCIA: Con la cabeza y las manos llenas de ojos cuando se
trata de lo que se trata. Por mucho que pienso no sé lo que te
propones. ¿Por qué te pusiste casi desnuda con la luz encendida y
la ventana abierta al pasar Pepe el segundo día que vino a hablar
con tu hermana?
ADELA: ¡Eso no es verdad!
LA PoNCIA: No seas como los niños chicos. ¡ Deja en paz a tu hermana
y si Pepe el Romano te gusta, te aguantas! (Adela llora). Además,
¿quién dice que no te puedes casar con él? Tu hermana Angustias es
una enferma. Esa no resiste el primer parto. Es estrecha de cintura,
vieja, y con mi conocimiento te digo que se morirá. Entonces Pepe
hará lo que hacen todos los viudos de esta tierra, se casará con la
más joven, la más hermosa y esa eres tú. Alimenta esa esperanza,
olvídalo, lo que quieras, pero no vayas contra la ley de Dios.
ADELA: ¡Calla!
LA PoNCIA: ¡No callo!
ADELA: Métete en tus cosas, ¡oledora!, ¡pérfida!
LA PoNCIA: Sombra tuya he de ser.
ADELA: En vez de limpiar la casa y acostarte para rezar a tus muer
tos buscas como una vieja marrana asuntos de hombres y mujeres
para babosear en ellos.
LA PONCIA: ¡Velo! Para que las gentes no escupan al pasar por
esta puerta.