Page 47 - La Casa de Bernarda Alba
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LA CASA DE BERNARDA ALBA
CRIADA: (Entra). Bernarda os llama. Está el hombre de los encajes.
(Salen). ( Al salir, Martirio mira fijamente a Adela).
ADELA: ¡No me mires más! Si quieres te daré mis ojos que son
frescos y mis espaldas para que te compongas la joroba que tienes,
pero vuelve la cabeza cuando yo paso. (Se va Martirio).
LA PoNCIA: ¡Qué es tu hermana y además la que más te quiere!
ADELA: Me sigue a todos lados. A veces se asoma a mi cuarto para
ver si duermo. No me deja respirar. Y siempre, «¡qué lástima de
cara!, ¡qué lástima de cuerpo, que no vaya a ser para nadie!». ¡Y
eso no! Mi cuerpo será de quien yo quiera.
LA PoNCIA: (Con intención y en voz baja). De Pepe el Romano.
¿No es eso?
ADELA: (Sobrecogida). ¿Qué dices?
LA PONCIA: Lo que digo, Adela.
ADELA: ¡Calla!
LA PoNCIA: (Alto). ¿Crees que no me he fijado?
ADELA: ¡Baja la voz!
LA PoNCIA: ¡Mata esos pensamientos!
ADELA: ¿Qué sabes tú?
LA PoNCIA: Las viejas vemos a través de las paredes. ¿Dónde vas
de noche cuando te levantas?
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