Page 41 - Historias de Cronopios y Famas
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Correos y Telecomunicaciones   encontradas. Al lado, varios provincianos empeñados en
        girar insensatamente parte de sus salarios a los familia­
        res lejanos, recibían con algún asombro vasitos de grapa
        y de cuando en cuando una empanada de carne, todo
        esto a cargo de mi padre que además les recitaba a gri­
        tos los mejores consejos del viejo Vizcacha. Entre tanto
        mis hermanos, a cargo de la ventanilla de encomiendas,
        las untaban con alquitrán y las metían en un balde lleno
        de plumas. Luego las presentaban al estupefacto expedi­
 Una vez que un pariente de lo más lejano llegó   dor y le hacían notar con cuánta alegría serían recibidos
 a ministro, nos arreglamos para que nombrase a buena   los  paquetes  así  mejorados.  «Sin  piolín  a  la  vista»,
 parte de la familia en la sucursal de Correos de la calle   decían. «Sin el lacre tan vulgar, y con el nombre del des­
 Serrano. Duró poco, eso sí. De los tres días que estuvi­  tinatario que parece que va metido debajo del ala de un
 mos,  dos  los  pasamos  atendiendo  al  público  con  una   cisne,  ñjese.» No todos se mostraban encantados, hay
 celeridad  extraordinaria  que  nos  valió  la  sorprendida   que ser sincero.
 visita de un inspector del Correo  Central y un suelto   Cuando los mirones y la policía invadieron el local,
 laudatorio en La Razón. Al tercer día estábamos se ros   mi  madre  cerró  el  acto  de  la  manera  más  hermosa,
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 de nuestra popularidad, pues la gente ya venía de otros   haciendo volar sobre el público una multitud de flechi­
 barrios a despachar su correspondencia y a· hacer giros a   tas de colores fabricadas con los formularios de los tele­
 Purmamarca  y  a  otros  lugares  i almente  absurdos.   gramas, giros y cartas certificadas. Cantamos el himno
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 Entonces mi tío el mayor dio piedra libre, y la familia   nacional y nos retiramos en buen orden; vi llorar a una
 empezó a atender con arreglo a sus principios y predi­  nena que había quedado tercera en la cola del franqueo
 lecciones.  En la ventanilla de franqueo,  mi hermana la   y sabía que ya era tarde para que le dieran el globo.
 se nda obsequiaba un globo de colores a cada compra­
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 dor de estampillas. La primera en recibir su globo fue
 una señora gorda  que  se quedó como clavada,  con  el
 globo en la mano y la estampilla de un peso ya humede­
 cida que se le iba enroscando poco a poco en el dedo. Un
 joven_ melenudo se negó de plano a recibir su globo, y
 mi hermana lo amonestó  severamente  mientras en  la
 cola de la ventanilla empezaban a suscitarse opiniones


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