Page 39 - Historias de Cronopios y Famas
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Etiqueta y Prelaciones   Culona. Siempre procedemos con el mismo tacto, aun­
        que nos ocurre tener que luchar con los vecinos y ami­
        gos que insisten en los motes tradicionales. A mi primo
        segundo  el  menor,  marcadamente  cabezón,  le  rehusa­
        mos  siempre  el  sobrenombre  de  Atlas  que  le  habían
        puesto en la parrilla de la esquina, y preferimos el infini­
        tamente más delicado de Cucuzza. Y así siempre.
             Quisiera aclarar que estas cosas no las hacemos por
        diferenciarnos del resto del barrio. Tan sólo desearíamos
 Siempre me ha parecido que el rasgo distintivo de   modificar, gradualmente y sin vejar los sentimientos de
 nuestra familia es el recato. Llevarnos el pudor a extre­  nadie, las rutinas y tradiciones. No nos  gu sta la vulgari­
 mos  increíbles, tanto en nuestra manera de vestirnos y   dad  en nin na  de sus formas,  y basta que al gu no de
                   gu
 de comer como en la forma de expresarnos y de subir a   nosotros oiga en la cantina frases como «Fue un partido
 los  tranvías.  Los  sobrenombres,  por  ejemplo,  que  se   de  trámite  violento»,  o:  «Los  remates  de  Faggioli  se
 adjudican tan desaprensivamente en el barrio de Pacífi­  caracterizaron  por  un  notable  trabajo  de  infiltración
 co, son para nosotros motivo de cuidado, de reflexión y   preliminar  del  eje  medio»,  para  que  inmediatamente
 hasta de inquietud. Nos parece que no se puede atribuir   dejemos constancia de las formas más castizas y aconse­
 un apodo cualquiera a al ien que deberá absorberlo y   jables en la emergencia, es decir: «Hubo una de patadas
 gu
 sufrirlo  como  un  atributo  durante  toda  su  vida.  Las   que te la debo», o:  «Primero los arrollamos y después
 señoras  de  la  calle  Humboldt  llaman  Toto,  Coco  o   fue  la goleada». La gente nos mira con sorpresa, pero
 Cacho a sus hijos, y Negra o Beba a las chicas, pero en   nunca  falta al no que  recoja la lección  escondida en
                     gu
 nuestra familia  ese  tipo  corriente  de  sobrenombre  no   estas frases delicadas. Mi tío el mayor, que lee a los escri­
 existe, y mucho menos otros rebuscados y espamentosos   tores argentinos, dice que con muchos de ellos se podría
 como Chirola,  Cachuzo o Matagatos, que abundan por   hacer  algo  parecido,  pero  nunca  nos  ha explicado  en
 el lado de Para ay y Godoy Cruz.  Como ejemplo del   detalle. Una lástima.
 gu
 cuidado que tenemos en estas cosas bastará citar el caso
 de mi tía se gu nda. Visiblemente dotada de un trasero de
 imponentes dimensiones, jamás nos hubiéramos permiti­
 do ceder a la fácil tentación de los sobrenombres habitua­
 les; así, en vez de darle el apodo brutal de Ánfora Etrusca,
 estuvimos de acuerdo en el más decente y familiar de la


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