Page 123 - Historias de Cronopios y Famas
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Relojes                    El almuerzo














 Un fama tenía un reloj de pared y todas las semanas   No sin trabajo un  cronopio llegó a establecer un
 le daba cuerda CON GRAN CUIDADO. Pasó un cro­  termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topóme­
 nopio y al verlo se puso a reír, fue a su casa e inventó el   tro, entre fichero y currículum vitae.
 reloj-alcachofa  o  alcaucil,  que  de una  y  otra  manera   Por ejemplo,  el cronopio en su casa  recibía a un
 puede y debe decirse.   fama, una esperanza y un-profesor de  lenguas. Aplican­
 El reloj alcaucil de este cronopio es un alcaucil de   do sus descubrimientos estableció que el fama era infra­
 la gran  especie,  sujeto por  el  tallo  a un agujero de la   vida,  la  esperanza  para-vida,  y  el  profesor  de  lenguas
 pared.  Las  innumerables  hojas  del  alcaucil  marcan  la   inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba
 hora presente y además todas las horas, de modo que el   ligeramente  super-vida,  pero  más  por  poesía  que  por
 cronopio no hace más que sacarle una hoja y ya sabe una   verdad.
 hora. Como las va sacando de izquierda a derecha, siem­  A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír
 pre la hoja da la hora justa, y cada día el cronopio empie­  hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refi­
 za a sacar una nueva vuelta de hojas. Al llegar al corazón   riéndose a las mismas cosas y no era así.  La inter-vida
 el tiempo no puede ya medirse, y en la infinita rosa vio­  manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia,
 leta del centro el cronopio encuentra un gran contento,   que la para-vida escuchaba como quien oye llover-tarea
 entonces se la come con aceite, vinagre y sal, y pone otro   delica�f Por supuesto, la infra-vida pedía a cada instan­
 reloj en el agujero.   te el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en
        cuarenta y dos movimientos,  método Stanley  Fitzsim­
        mons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus
        ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos
        sueltos de la muerte.




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