Page 99 - De Victoria para Alejandro
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habrá enviado lo necesario. Además, tu padre de estaba instalado el negocio. Un hombre anotaba
legó en tu tío José, según me han informado -aña algo en una tablilla encerada y luego comprobaba
dió con una sonrisa un tanto melosa-; aunque no con otras anotaciones en un rollo de pergamino,
has venido a saludarme, siempre me intereso mu mientras unos muchachos clasificaban otros rollos.
cho por los ciudadanos romanos de paso en Je Había mucha animación. Un muchacho
rusalén. entraba y salía del patio donde estaban los burros
Victoria se levantó de su asiento. Le tem cargados de paquetes de un mercader que hablaba
blaban las piernas y una ira gigante le ascendía en a grandes voces.
oleadas; supo que tenía que controlarse y fingir; El administrador de su padre se inclinó
aún así, la voz le temblaba un poco. obsequioso hacia Victoria.
-Gracias, Gesio Floro. No me equivoqué -Pasa a esta habitación más tranquila, dó
al venir a saludarte. mina Victoria. ¡Qué honor verte en mi casa! ¿Por
La acompañó hasta la puerta donde, char
lando con los guardias, esperaba Prisca. qué no llamaste? Yo estoy a tu servicio y al de tu
padre. Hubiese ido yo a casa de Símeón bar lsmaíl.
-Te enviaré un regalo de bodas, aunque
no pueda asistir a las fiestas; ya sabes que tu fami Toma asiento, bebe un poco de agua fresca y dime
lia es muy estricta en eso de la pureza en las ce qué deseas.
remonias. -¿Enviaste ya a mi padre los recibos de la
Salieron de la torre y Victoria, cegada por herencia del anciano Ismail?
el sol y el calor, se quitó el velo bordado y se La misma Victoria se dio cuenta de que su
envolvió en el manto oscuro. pregunta era excesivamente brusca.
-Niña, ¿has conseguido algo? Sus propios -Todavía no se ha efectuado la entrega
soldados murmuran que ese hombre es un ladrón. real, aunque se han firmado todos los documentos
-Está en venta y mi tío lo ha comprado preliminares. ¿Necesitas dinero? Puedo darte lo
-dijo Victoria con amargura-. Vamos, Prisca; nos que desees con tu firma.
quedan más visitas. -Quiero que cobres ese dinero y se lo
envíes cuanto antes a mi padre. Y quiero que remi
tas también una carta mía.
Había una mesa grande y pesada colocada -Lo haré sí lo deseas, dómina Victoria;
en la habitación más espaciosa de la casa en la que pero, ¿no es tu futuro esposo el que debe disponer