Page 128 - De Victoria para Alejandro
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              tigo y con todos los de tu casa. Es de noche y todos             nen a él tan resentido con su cojera. Será mi regalo
              duermen,·  te  escribo  a  la  luz  de  la  lámpara,  pero       de despedida.
              no  quiero esperar. Mañana emprendemos el cami­                           Saluda  a  los  hermanos  que  se  reúnen  en
              no  de  regreso,  aunque  mi  padre  quiere  hacerlo             casa de Pompilio. Hasta pronto.
              despacio para estar fuera de Roma por un tiempo.                          Te ama,
              No  puedo  decirte  lo feliz  que  me  siento;  es como                                                VICTORIA
              si  hubiese  despertado  de  una  espantosa  pesadilla.
              Tu  idea  de mostrar mis cartas a  mi padre ha sal­
              vado nuestro amor y nuestras posibilidades de feli­
                                                            .
              cidad.
                      No nos despediremos de nadie de mi fami­
              lia,· sólo la anciana Marta y mi prima Miriam nos
              desearán huen  viaje. No hay nada que decir.  Cada
              uno  llevará  la  recompensa  por  sus  acciones.  Que
              Dios les perdone.
                      Ha sido un  viaje que no se borrará nunca
              de mi memoria. He vivido demasiadas cosas en estos
              meses. Éste es otro mundo y ahora comprendo mejor
              muchas de las cartas de Pablo* que mi abuelo me
              hacía copiar.
                      He  cumplido  mi  misión  que  me  confió  la
              iglesia  de  Roma  y  he  dejado  a  los  cristianos  de
              Jerusalén fa copia del Evangelio de Marcos, aunque
              creo  que  no  lo  han  estimado mucho.  Prefieren  su
              propia forma  de  contar  fo  sucedido.  Además,  he
              hecho tres copias más: una que he dejado a Marta
              en Betania,  otra a mi primo Judas en Qumrán y la
              tercera se la daré mañana a Miriam para Daniel. No
              puedo  odiarle.  Tal vez las palabras del Señor que
              preferfa a los pobres,  los ciegos, y los cojos,  le ilumi-
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