Page 135 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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-Todo lo que quiera -le respondí francamente, aun­  -Ni una palabra -le contesté.
 que poniéndome, al mismo tiempo en guardia.   -Ni yo tampoco -apoyó, encogiéndose de hombros-.
 Ayestarain me miró entonces sonriendo, como se sonríen   Por eso le .he dicho que el asunto es bien serio  ... Por fin esta
 los hombres entre ellos, y me hizo esta pregunta disparatada:   noche sabremos algo. ¿Irá allá? Es indispensable.
 -¿Qué clase de inclinación siente usted hacia María  -Iré -le dije, encogiéndome a mi vez de hombros.
 Elvira Funes?   Y he aquí por qué he pasado todo el día preguntándome
 ¡Ah, ah!  ¡Por aquí andaba la cosa, entonces!  ¡María   como un idiota qué relación puede existir entre la enfermedad
 Elvira FuneS', hermana de Luis María Punes, todos en Maóa!   gravísima de una hermana de Punes, que apenas me conoce,
 ¡Pero si apenas conocía a esa persona! Nada extraño, pues, que   y yo, que la conozco apenas.
 mirara al médico como quien mira a un Jocó.
 -¿María Elvira Punes? -repetí-. Ningún grado ni  Vengo de lo de Punes. Es la  cosa más extraordinaria que
 ninguna inclinación. La conozco apenas. Y ahora  ...   haya visto en mi vida. Metempsicosis, espiritismos, telepatías
 -No, permítame -rrte interrumpió-. Le aseguro que  y demás absurdos del mundo interior, no son nada en compa­
 es una cosa bastante seria  ... ¿Me podría dar palabra de compa­  ración de éste mi propio absurdo en que me veo envuelto. Es
 ñero de que no hay nada entre ustedes dos?   un pequeño asunto para volverse loco. Vé¡Jse:
 -¡Pero está loco! -le dije al fin-. ¡Nada, absoluta­  Fui a lo de Punes. Luis María me llevó al escritorio.
 mente nada! Apenas la conozco, vuelvo a repetirle, y no creo   Hablamos un rato, esforzándonos como dos zonzos- puesto
 que ella se acuerde de haberme visto jamás. He hablado un   que comprendiéndolo así evitábamos mirarnos- en charlar
 minuto con ella, ponga dos, tres, en su propia casa, y nada más.   de bueyes perdidos. Por fin entró Ayestarain, y Luis María
 No tengo, ·por lo tanto, le repito por décima vez, inclinación   salió, dejándome sobre la mesa el paquete de cigarrillos, pues
 particular hacia ella.   se me habían  concluido los  míos.  Mi ex condiscípulo me  contó
 -Es raro, profundamente raro  ... -murmuró el hombre,  entonces lo que en resumen es esto:
 mirándome fijamente.   Cuatro o cinco noches antes, al concluir un recibo en su
 Comenzaba ya a serme pesado el galeno, por eminente   propia  casa, María  El  vira  se había  sentido mal. Cuestión de un
 que fuese -y lo era-, pisando un terreno con el que nada   baño demasiado frío esa tarde, según opinión de la  madre. Lo
 tenían que ver sus aspirinas.   cierto es que hábía pasado la noche fatigada, y con buen dolor
 -Creo que tengo ahora el derecho  ...  de cabeza. A la mañana siguiente, mayor quebranto, fiebre; y
 Pero me interrumpió de nuevo:  a la noche, una meningitis, con todo su cortejo. El delirio,
 -Sí, tiene  derecho de sobra  ... ¿  Quiere  esperar hasta esta  sobre todo, franco y prolongado a más no poder. Concomitan­
 noche? Con dos palabras podrá comprender que el asunto es   te, una ansiedad angustiosa, imposible de calmar. Las proyec­
 de todo, menos de broma  ... La persona de quien hablamos está   ciones sicológicas del delirio, por decirlo así, se erigieron y
 gravemente enferma, casi a la muerte  ... ¿Entiende algo? -  giraron desde la primera noche alrededor de un solo asunto,
 concluyó, mirándome bien a los ojos.   uno solo, pero que absorbe su vida entera.
 Yo hice lo mismo con él durante un rato.   -Es una obsesión-prosiguió Ayestarain-, una  senci-

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