Page 74 - Narraciones extraordinarias
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sería un tesoro inapreciable, y con esta idea me confié fran tre las estrafalarias luces y sombras de la populosa ciudad, la
camente en él. Por fin, convenimos que viviríamos juntos du prodigiosa excitación mental que la serena meditación no lo-
rante mi permanencia en la ciudad, y como mi situación graba damos.
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económica era menos precaria que la suya, me fue permitido En tales ocasiones, yo no podía menos que admirar el ta-
participar en los gastos del alquiler, y de los muebles que se lento particularmente analítico de Dupin. Además él se de
adaptaron al carácter algo fantástico y melancólico de nues leitaba en ejercitarlo, y no vacilaba en confesar el placer que
tro común temperamento. La casa, vetusta y abandonada ello le causaba. Se jactaba conmigo, de que muchísimos hom
hacía ya mucho tiempo por ciertas supersticiones que no qui bres llevaban ventanas en sus pechos para él, y reforzaba ta
simos averiguar, se bamboleaba como si fuera a hundirse en les afirmaciones con pruebas, directas y sorprendentes, de su
un desolado rincón del Faubourg Saint-Germain. íntimo conocimiento de mi persona. Sus maneras, en esos mo
Si la rutina de nuestra vida en aquel sitio hubiera sido co mentos, eran glaciales y abstraídas; sus ojos quedaban sin ex
nocida por la gente, nos habrían tomado por locos. Nuestra presión; en tanto que su voz, ricamente atenorada, se levaba
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reclusión era completa. No admitíamos visitantes. En reali hasta un tono atiplado, que hubiera sonado a petulancia, a no
dad, el lugar de nuestro retiro fue cuidadosamente manteni ser por la circunspecta claridad de su dicción. Observándolo
do en secreto para mis antiguos camaradas, y hacía varios años en aquellas disposiciones de ánimo, yo reflexionaría acerca de
que Dupin había dejado de conocer a nadie, o de ser conoci la antigua filosofía del alma doble, y me divertía imaginando
do en París. Allí existíamos sólo el uno y el otro. un doble Dupin: el Creador y el Analizador.
Una rareza de mi amigo lcómo podría calificarla de otro No vaya a suponerse, por lo que acabo de decir, que es
modo?, consistía en estar enamorado de la noche por ella mis toy narrando algún misterio, o escribiendo una novela. Lo que
ma, y con esta extravagancia, como con todas las demás que he escrito acerca de mi amigo, no es más que el contenido de
él tenía, condescendía tranquilamente. Me entregaba a sus una inteligencia exaltada. Pero de la clase de sus observacio
singulares manías sin alterarme. La noche no podía habitar nes, en esa época, un ejemplo dará mejor idea.
siempre con nosotros, pero podíamos falsificar su presencia. Una noche vagábamos por un calle larga y viejísima en las
Al primer albor de la mañana, cerrábamos todos los postigos cercanías del Pala is Royal. Como cada uno de nosotros, al pa
de la vieja casa, y encendíamos un par de velas, fuertemente recer, iba enfrascado en sus propios pensamientos, hacía por
perfumadas, que por eso mismo no daban más que un resplan lo menos quince minutos que no habíamos pronunciado ni
dor sumamente pálido y débil. Al amparo de aquella luz, una sílaba. De pronto, Dupin rompió el silencio:
ocupábamos nuestras almas en sueños, leyendo, escribiendo, -Mirándolo bien, ese muchacho es demasiado pequeño,
o conversando, hasta que el reloj nos anunciaba el adveni y estaría mejor el Théatre des Variétés ...
miento de la verdadera oscuridad. Entonces salíamos a pasear -De eso no cabe duda -repliqué yo, sin reflexionar en
por las calles, vagabundeando hasta muy tarde, buscando en- lo que decía, y sin observar, en el primer instante, de qué mo-
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