Page 262 - Narraciones extraordinarias
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del  General Lasalle. El ejército francés había entrado en                          LA CARTA ROBADA
             Toledo. La Inquisición se hallaba en poder de sus enemi­
             gos.





                                                                                                              Ni/ sapientiae odiosius acumine nimio
                                                                                                                                    Séneca*





                                                                                       Una noche, después de una ventosa tormenta del oto­
                                                                                   ño de  18 ... , me encontraba en París, en compañía de mi
                                                                                   amigo C. Auguste Dupin, en su biblioteca ubicada en el
                                                                                   número 33 de la calle Dunot, en el barrio de Saint-Germain.
                                                                                   Disfrutábamos del placer de la meditación y de una pipa
                                                                                   de espuma de mar. Absortos en la contemplación de los
                                                                                   remolinos de humo, nos dedicábamos a repasar los casos
                                                                                   del doble asesinato de la Calle Morgue y de la desapari­
                                                           !                       ción de Marie Rogét, cuando apareció, casi por coinciden­
                                                                                   cia, el Prefecto de la policía de París, Monsieur G.
                                                                                       Le dimos una sincera bienvenida, pues el hombre era
                                                                                   tan despreciable como divertido, y hace un buen tiempo
                                                                                   que no le veíamos. Estábamos a oscuras cuando entró, por
                                                                                   lo que Dupin se levantó para encender una lámpara, pero
                                                                                   se volvió sin hacerlo, porque G. dijo que venía a consul­
                                                                                   tamos, o, mejor dicho, a pedir la opinión de mi amigo acerca


                                                                                   * Nada es más desagradable a la razón que el exceso de precisión.
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