Page 144 - Narraciones extraordinarias
P. 144
muy extraña y sospechosa. dón, casi esperanzado en encontrar el tesoro que había
Cavamos aproximadamente por dos horas, y, a pesar vuelto insano a mi amigo. El Terranova que nos acompa
de nuestros esfuerzos y de la profundidad de la fosa, no ñaba aulló augurosamente y, rechazando a Júpiter que in
había indicios del tesoro. Descansamos por algunos minu tentaba ponerle el bozal, se lanzó a la fosa escarbando
tos, y ante una nueva orden, ahondamos en dos pies más furiosamente con las uñas. Al segundo, vislumbramos un
nuestra labor. Por fin Legrand, desalentado y triste, saltó montón de huesos humanos que formaban dos esqueletos,
fuera de la zanja. Con una señal ordenó a Júpiter recoger varios botones de metal y restos de andrajosos uniformes.
las herramientas y disponerse a partir de vuelta. Caminá Ante la sorpresa, Júpiter no pudo disimular su alegría;
bamos con pesadumbre, como si todos hubiésemos fraca mientras que su amo mostraba gran decepción. No obstan
sado, cuando, de súbito, a no más de cien pasos, Legrand te, nos urgió a que siguiéramos excavando. En eso, tras el
se abalanzó sobre el cuello del negro. último golpe de mi azada, noté que mi bota se enganchaba
-¡Bandido! ¡Bribón! ¡Tú nos has engañado! ¡Dime! en un grueso anillo de hierro. Poco después nos encontra
¿Cuál es tu ojo izquierdo? mos desenterrando un cofre amarillo perfectamente bien
-¡Amo! -clamó con pavor Júpiter, e indicando con un conservado, lo que indicaba un proceso de mineralización,
dedo su ojo derecho- ¿No es este acaso mi ojo izquierdo? debido quizás al bicloruro de mercurio. Tenía tres pies de
-¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡HmTa! -gritaba con exaltación ancho por dos y medio de profundidad. Estabá asegurado
Legrand, seguido de saltos y giros de júbilo-. Debemos con dos chapas metálicas cruzadas y provistas de anillos,
regresar. los que facilitaban su traslado. Sin embargo, era tanto su
�
Otra vez bajo el árbol, mi amigo insistió en tocar los peso que no pudimos desempotrado, viéndonos obl gados
ojos del negro preguntando cuál de ellos era el izquierdo, a abrirlo, levantado la tapa, sujeta sólo por dos cerroJOS. Al
y el pobre hombre seguía indicando el derecho. Entonces, instante, un centelleante tesoro de incalculable valor nos
nuevamente Legrand tomó su cuerda y la estaca, y, repi sorprendió, fatigándosenos la vista con tal cantidad de oro
tiendo el mismo procedimiento, esta vez hacia el lado con y joyas.
trario, volvió a trazar un círculo de similares dimensiones. Agotado por tanta excitación, Legrand apenas pronun-
Nuestras azadas también hubieron de repetir la acción. ció unas palabras. En cuanto a Júpiter, palideció tanto corno
A pesar de un cansancio extremo, seguí trabajando, un negro puede hacerlo. Estupefacto, se puso de rodillas
cada vez más asombrado por la misteriosa locura de en la fosa y hundió sus brazos dentro del cofre lleno de
Legrand. Cavé valerosamente, con los ojos fijos en el aza- oro, al tiempo que gritaba:
142 143