Page 143 - Narraciones extraordinarias
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-Es una cosa curiosa  ...  , hay un grueso clavo que la  punta al árbol que estaba más próximo a la estaca,  y la
 retiene clavada al árbol.   desenrolló hasta una distancia de cincuenta pies; en ese
 -Ahora, Júpiter, escúchame bien y haz exactamente lo  nuevo lugar, clavó una segunda estaca, y, tomándola como
 que voy a decirte: Busca el ojo izquierdo de la calavera.   centro, dibujó otro círculo, de aproximadamente unos cua­
 -¡Hum! ¡Esto sí que es bueno!  Este cráneo no tiene   tro pies de diámetro. Cogió entonces una de las azadas, y
 ojo izquierdo.   dándonos las otras a nosotros, nos hizo cavar una fosa lo
 -¡Maldito estúpido!  ¿Sabes  distinguir  bien tu mano   más deprisa posible.
 izquierda de tu mano derecha?   En vista de lo avanzado de la noche y de lo fatigado
 -Sí, sí...; mi mano izquierda es con la que parto la leña.  que me encontraba, hubiera renunciado con agrado a aquel
 -¡Claro, si eres zurdo! Tu ojo izquierdo está del mis-  trabajo; sin embargo, temí perturbar la tranquilidad de mi
 mo lado que tu mano izquierda. Ahora supongo podrás   amigo. Ya no tenía esperanzas de llevar a aquel lunático a
 encontrar el ojo izquierdo de la calavera.   su casa; pues para mí solo era una tarea imposible, y Júpiter
 Luego de una larga pausa, en la cual Júpiter finalmen­  le  era  demasiado  fiel  como  para  ayudarme.  Sin  duda
 te encontró lo que su amo ordenaba, éste le pidió que pasa­  Legrand estaba contaminado por alguna de las infinitas
 ra el escarabajo amarrado a la cuerda por el orificio del   supersticiones del Sur que hablan de tesoros escondidos,
 ojo.      más el hallazgo del escarabajo, era fácil para una mentali­
 -Ya está hecho  ... Mírelo cómo baja -sentenció el ne­  dad predispuesta a la locura dejarse llevar por tales supers­
 gro.      ticiones. Recordé entonces el discurso que el pobre de­
 Y el escarabajo comenzó a descender, brillando inten­  mente me hiciera referente al insecto:  "el indicio  de su
 samente el dorado de su caparazón, gracias a los últimos   fortuna". Además, me sentía enojado y perplejo; pero, fi­
 rayos del sol poniente. Estaba pronto a caer a nuestros pies,   nalmente decidí  cavar con buena voluntad para terminar lo
 cuando Legrand cogió la guadaña y, tomando al insecto   antes posible, y así demostrar, con una prueba ocular, la
 como centro, trazó un círculo de tres o cuatro yardas de   falacia de las opiniones de mi camarada. Encendimos las
 diámetro. Luego, ordenó que Júpiter soltara la cuerda y   1  internas y nos entregamos a nuestra  tarea con un celo dig­
 bajara del árbol.   no de una causa más racional; y como la luz caía sobre
 Con gran cuidado clavó mi amigo una estaca en la tie­  nosotros, no pude evitar pensar en el pintoresco grupo que
 rra justo en el lugar en que el insecto había caído, y luego   formábamos, y en que si algún intruso hubiese aparecido,
 sacó de su bolsillo una cinta para medir. La ató por una   por casualidad, habría creído que realizábamos una labor

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