Page 39 - Hamlet
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POLONIO.- Ven conmigo, quiero ver al Rey. Ese es un verdadero éxtasis de amor que
                  siempre fatal a sí mismo, en su exceso violento, inclina la voluntad a empresas temerarias,
                  más que ninguna otra pasión de cuantas debajo del cielo combaten nuestra naturaleza.
                  Mucho siento este accidente. Pero, dime, ¿le has tratado con dureza en estos últimos días?

                       OFELIA.- No señor; sólo en cumplimiento de lo que mandasteis, le he devuelto sus
                  cartas y me he negado a sus visitas.

                       POLONIO.- Y eso basta para haberle trastornado así. Me pesa no haber juzgado con
                  más acierto su pasión. Yo temí que era sólo un artificio suyo para perderte... ¡Sospecha
                  indigna! ¡Eh! Tan propio parece de la edad anciana pasar más allá de lo justo en sus
                  conjeturas, como lo es de la juventud la falta de previsión. Vamos, vamos a ver al Rey.
                  Conviene que lo sepa. Si le callo este amor, sería más grande el sentimiento que pudiera
                  causarle teniéndole oculto, que el disgusto que recibirá al saberlo. Vamos.






                  Escena III




                  CLAUDIO, GERTRUDIS, RICARDO, GUILLERMO, acompañamiento.




                  Salón de palacio.




                       CLAUDIO.- Bienvenido, Guillermo, y tú también querido Ricardo. Además de lo
                  mucho que se me dilataba el veros, la necesidad que tengo de vosotros me ha determinado a
                  solicitar vuestra venida. Algo habéis oído ya de la transformación de Hamlet. Así puedo
                  llamarla, puesto que ni en lo interior, ni en lo exterior se parece nada al que antes era; ni
                  llego a imaginar que otra causa haya podido privarle así de la razón, si ya no es la muerte
                  de su padre. Yo os ruego a entrambos, pues desde la primera infancia os habéis criado con
                  él, y existe entre vosotros aquella intimidad nacida de la igualdad en los años y en el genio,
                  que tengáis a bien deteneros en mi corte algunos días. Acaso el trato vuestro restablecerá su
                  alegría, y aprovechando las ocasiones que se presenten, ved cuál sea la ignorada aflicción
                  que así le consume para que descubriéndola, procuremos su alivio.
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