Page 35 - Hamlet
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HAMLET.- ¡Ah! ¿Eso dices?.. ¿Estás ahí hombre de bien?.. Vamos: ya le oís hablar en
                  lo profundo ¿Queréis jurar?

                       HORACIO.- Proponed la fórmula.

                       HAMLET.- Que nunca diréis lo que habéis visto. Juradlo por mi espada.

                       LA SOMBRA.- Juradlo.

                       HAMLET.- ¿Hic et ubique? Mudaremos de lugar. Señores, acercaos aquí: poned otra
                  vez las manos en mi espada, y jurad por ella, que nunca diréis nada de esto que habéis oído
                  y visto.

                       LA SOMBRA.- Juradlo por su espada.

                       HAMLET.- Bien has dicho, topo viejo, bien has dicho... Pero ¿cómo puedes taladrar con
                  tal prontitud los senos de la tierra, diestro minador? Mudemos otra vez de puesto, amigos.

                       HORACIO.- ¡Oh! Dios de la luz y de las tinieblas, ¡qué extraño prodigio es éste!

                       HAMLET.- Por eso como a un extraño debéis hospedarle y tenerle oculto. Ello es,
                  Horacio, que en el cielo y en la tierra hay más de lo que puede soñar tu filosofía. Pero venid
                  acá y, como antes dije, prometedme (así el Cielo os haga felices) que por más singular y
                  extraordinaria que sea de hoy más mi conducta (puesto que acaso juzgaré a propósito
                  afectar un proceder del todo extravagante) nunca vosotros al verme así daréis nada a
                  entender, cruzando los brazos de esta manera, o haciendo con la cabeza este movimiento, o
                  con frases equívocas como: sí, sí, nosotros sabemos; nosotros pudiéramos, si quisiéramos...
                  si gustáramos de hablar, hay tanto que decir en eso; pudiera ser que... o en fin, cualquiera
                  otra expresión ambigua, semejante a éstas, por donde se infiera que vosotros sabéis algo de
                  mí. Juradlo; así en vuestras necesidades os asista el favor de Dios. Juradlo.

                       LA SOMBRA.- Jurad.

                       HAMLET.- Descansa, descansa agitado espíritu. Señores, yo me recomiendo a vosotros
                  con la mayor instancia, y creed que por más infeliz que Hamlet se halle, Dios querrá que no
                  le falten medios para manifestaros la estimación y amistad que os profesa. Vámonos. Poned
                  el dedo en la boca, yo os lo ruego... La naturaleza está en desorden... ¡Iniquidad execrable!
                  ¡Oh! ¡Nunca yo hubiera nacido para castigarla! Venid, vámonos juntos.







                  Acto II
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