Page 27 - Hamlet
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POLONIO.- ¿Y qué es lo que te ha dicho, Ofelia?
OFELIA.- Si gustáis de saberlo, cosas eran relativas al Príncipe Hamlet.
POLONIO.- Bien pensado, en verdad. Me han dicho que de poco tiempo a esta parte te
ha visitado varias veces privadamente, y que tú le has admitido con mucha complacencia y
libertad. Si esto es así (como me lo han asegurado, a fin de que prevenga el riesgo) debo
advertirte que no te has portado con aquella delicadeza que corresponde a una hija mía y a
tu propio honor. ¿Qué es lo que ha pasado entre los dos? Dime la verdad.
OFELIA.- Últimamente me ha declarado con mucha ternura su amor.
POLONIO.- ¡Amor! ¡Ah! Tú hablas como una muchacha loquilla y sin experiencia, en
circunstancias tan peligrosas. ¡Ternura la llamas! ¿Y tú das crédito a esa ternura?
OFELIA.- Yo, señor, ignoro lo que debo creer.
POLONIO.- En efecto es así, y yo quiero enseñártelo. Piensa bien que eres una niña, que
has recibido por verdadera paga esas ternuras que no son moneda corriente. Estímate en
más a ti propia; pues si te aprecias en menos de lo que vales (por seguir la comenzada
alusión) harás que pierda el entendimiento.
OFELIA.- Él me ha requerido de amores, es verdad; pero siempre con una apariencia
honesta, que...
POLONIO.- Sí, por cierto, apariencia puedes llamarla. ¿Y bien? Prosigue.
OFELIA.- Y autorizó cuanto me decía con los más sagrados juramentos.
POLONIO.- Sí, esas son redes para coger codornices. Yo sé muy bien, cuando la sangre
hierve, con cuanta prodigalidad presta el alma juramentos a la lengua; pero son relámpagos,
hija mía, que dan más luz que calor; estos y aquellos se apagan pronto y no debes tomarlos
por fuego verdadero, ni aun en el instante mismo en que parece que sus promesas van a
efectuarse. De hoy en adelante cuida de ser más avara de tu presencia virginal; pon tu
conversación a precio más alto, y no a la primera insinuación admitas coloquios. Por lo que
toca al Príncipe, debes creer de él solamente que es un joven, y que si una vez afloja las
riendas pasará más allá de lo que tú le puedes permitir. En suma, Ofelia, no creas sus
palabras que son fementidas, ni es verdadero el color que aparentan; son intercesoras de
profanos deseos, y si parecen sagrados y piadosos votos, es sólo para engañar mejor. Por
último, te digo claramente, que desde hoy no quiero que pierdas los momentos ociosos en
hablar, ni mantener conversación con el Príncipe. Cuidado con hacerlo así: yo te lo mando.
Vete a tu aposento.