Page 28 - Hamlet
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OFELIA.- Así lo haré, señor.






                  Escena X




                  HAMLET, HORACIO, MARCELO




                  Explanada delante del Palacio. Noche oscura.

                       HAMLET.- El aire es frío y sutil en demasía.

                       HORACIO.- En efecto, es agudo y penetrante.

                       HAMLET.- ¿Qué hora es ya?

                       HORACIO.- Me parece que aún no son las doce.

                       MARCELO.- No, ya han dado.

                       HORACIO.- No las he oído. Pues en tal caso ya está cerca el tiempo en que el muerto
                  suele pasearse. Pero, ¿qué significa este ruido, señor?

                       HAMLET.- Esta noche se huelga el Rey, pasándola desvelado en un banquete, con gran
                  vocería y traspieses de embriaguez y a cada copa del Rhin que bebe, los timbales y
                  trompetas anuncian con estrépito sus victoriosos brindis.

                       HORACIO.- ¿Se acostumbra eso aquí?

                       HAMLET.- Sí, se acostumbra; pero aunque he nacido en este país y estoy hecho a sus
                  estilos, me parece que sería más decoroso quebrantar esta costumbre que seguirla. Un
                  exceso tal que embrutece el entendimiento nos infama a los ojos de las otras naciones,
                  desde oriente a occidente. Nos llaman ebrios; manchan nuestro nombre con este dictado
                  afrentoso y en verdad que él solo, por más que poseamos en alto grado otras buenas
                  cualidades, basta a empañar el lustre de nuestra reputación. Así acontece frecuentemente a
                  los hombres. Cualquier defecto natural en ellos, sea el de su nacimiento, del cual no son
                  culpables (puesto que nadie puede escoger su origen), sea cualquier desorden ocurrido en
                  su temperamento, que muchas veces rompe los límites y reparos de la razón, o sea
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