Page 31 - Hamlet
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HAMLET, LA SOMBRA DEL REY HAMLET




                  Parte remota cercana al mar. Vista a lo lejos del Palacio de Elsingor.

                       HAMLET.- ¿Adónde me quieres llevar? Habla, yo no paso de aquí.

                       LA SOMBRA.- Mírame.

                       HAMLET.- Ya te miro.

                       LA SOMBRA.- Casi es ya llegada la hora en que debo restituirme a las sulfúreas y
                  atormentadoras llamas.

                       HAMLET.- ¡Oh! ¡Alma infeliz!

                       LA SOMBRA.- No me compadezcas: presta sólo atentos oídos a lo que voy a revelarte.

                       HAMLET.- Habla, yo te prometo atención.

                       LA SOMBRA.- Luego que me oigas, prometerás venganza.

                       HAMLET.- ¿Por qué?

                       LA SOMBRA.- Yo soy el alma de tu padre: destinada por cierto tiempo a vagar de
                  noche y aprisionada en fuego durante el día; hasta que sus llamas purifiquen las culpas que
                  cometí en el mundo. ¡Oh! Si no me fuera vedado manifestar los secretos de la prisión que
                  habito, pudiera decirte cosas que la menor de ellas bastaría a despedazar tu corazón, helar
                  tu sangre juvenil, tus ojos, inflamados como estrellas, saltar de sus órbitas; tus anudados
                  cabellos, separarse, erizándose como las púas del colérico espín. Pero estos eternos
                  misterios no son para los oídos humanos. Atiende, atiende, ¡ay! Atiende. Si tuviste amor a
                  tu tierno padre...

                       HAMLET.- ¡Oh, Dios!

                       LA SOMBRA.- Venga su muerte: venga un homicidio cruel y atroz.

                       HAMLET.- ¿Homicidio?

                       LA SOMBRA.- Sí, homicidio cruel, como todos lo son; pero el más cruel y el más
                  injusto y el más aleve.

                       HAMLET.- Refiéremelo presto, para que con alas veloces, como la fantasía, o con la
                  prontitud de los pensamientos amorosos, me precipite a la venganza.
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