Page 20 - Hamlet
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naturaleza misma; es hacer una injuria absurda a la razón, que nos da en la muerte de
nuestros padres la más frecuente de sus lecciones, y que nos está diciendo, desde el primero
de los hombres hasta el último que hoy expira: Mortales, ved aquí vuestra irrevocable
suerte. Modera, pues, yo te lo ruego, esa inútil tristeza, considera que tienes un padre en mi
puesto, que debe ser notorio al mundo que tú eres la persona más inmediata a mi trono y
que te amo con el afecto más puro que puede tener a su hijo un padre. Tu resolución de
volver a los estudios de Witemberga es la más opuesta a nuestro deseo, y antes bien te
pedimos que desistas de ella; permaneciendo aquí, estimado y querido a vista nuestra, como
el primero de mis Cortesanos, mi pariente y mi hijo.
GERTRUDIS.- Yo te ruego Hamlet, que no vayas a Witemberga; quédate con nosotros.
No sean vanas las súplicas de tu madre.
HAMLET.- Obedeceros en todo será siempre mi primer conato.
CLAUDIO.- Por esa afectuosa y plausible respuesta quiero que seas otro yo en el
imperio danés. Venid, señora. La sincera y fiel condescendencia de Hamlet ha llenado de
alegría mi corazón. En aplauso de este acontecimiento, no celebrará hoy Dinamarca
festivos brindis sin que lo anuncie a las nubes el cañón robusto, y el cielo retumbe muchas
veces a las aclamaciones del Rey repitiendo el trueno de la tierra. Venid.
Escena V
HAMLET solo
HAMLET.- ¡Oh! ¡Si esta demasiado sólida masa de carne pudiera ablandarse y
liquidarse, disuelta en lluvia de lágrimas! ¡O el Todopoderoso no asestara el cañón contra el
homicida de sí mismo! ¡Oh! ¡Dios! ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Cuán fatigado ya de todo, juzgo
molestos, insípidos y vanos los placeres del mundo! Nada, nada quiero de él, es un campo
inculto y rudo, que sólo abunda en frutos groseros y amargos. ¡Que esto haya llegado a
suceder a los dos meses que él ha muerto! No, ni tanto, aún no ha dos meses. Aquel
excelente Rey, que fue comparado con este, como con un Sátiro, Hiperión; tan amante de
mi madre, que ni a los aires celestes permitía llegar atrevidos a su rostro. ¡Oh! ¡Cielo y
tierra! ¿Para qué conservo la memoria? Ella, que se le mostraba tan amorosa como si en la
posesión hubieran crecido sus deseos. Y no obstante, en un mes... ¡Ah! no quisiera pensar
en esto. ¡Fragilidad! ¡Tú tienes nombre de mujer! En el corto espacio de un mes y aún antes