Page 117 - Hamlet
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No..., hasta que otra vez la estreche en mis brazos... Echadla ahora sobre la muerta y el
                  vivo, hasta que de este llano hagáis un monte que descuelle sobre el antiguo Pelión o sobre
                  la azul extremidad del Olimpo que toca los cielos.

                       HAMLET.- ¿Quién es el que da a sus penas idioma tan enfático? ¿El que así invoca en
                  su aflicción a las estrellas errantes, haciéndolas detenerse admiradas a oírle?... Yo soy
                  Hamlet, Príncipe de Dinamarca.

                       LAERTES.- El demonio lleve tu alma.

                       HAMLET.- No es justo lo que pides... Quita esos dedos de mi cuello, porque aunque no
                  soy precipitado ni colérico; algún riesgo hay en ofenderme, y si eres prudente, debes
                  evitarle. Quita de ahí esa mano.

                       CLAUDIO.- Separadlos.

                       GERTRUDIS.- ¡Hamlet! ¡Hamlet!

                       TODOS.- ¡Señores!

                       HORACIO.- Moderaos, señor.

                       HAMLET.- No, por causa tan justa lidiaré con él, hasta que cierre mis párpados la
                  muerte.

                       GERTRUDIS.- Qué causa puede haber, hijo mío...

                       HAMLET.- Yo he querido a Ofelia y cuatro mil hermanos juntos no podrán, con todo su
                  amor, exceder al mío... ¿Qué quieres hacer por ella? Di.

                       CLAUDIO.- Laertes, mira que está loco.

                       GERTRUDIS.- Por Dios, Laertes, déjale.

                       HAMLET.- Dime lo que intentas hacer. ¿Quieres llorar, combatir, negarte al sustento,
                  hacerte pedazos, beber todo el Esil, devorar un caimán? Yo lo haré también... ¿Vienes aquí
                  a lamentar su muerte, a insultarme precipitándote en su sepulcro, a ser enterrado vivo con
                  ella?... Pues bien, eso quiero yo, y si hablas de montes, descarguen sobre nosotros yugadas
                  de tierra innumerables, hasta que estos campos tuesten su frente en la tórrida zona, y el alto
                  Ossa parezca en su comparación un terrón pequeño... Si me hablas con soberbia, yo usaré
                  un lenguaje tan altanero como el tuyo.

                       GERTRUDIS.- Todos son efectos de su frenesí, cuya violencia podrá agitarte por algún
                  tiempo; pero después, semejante a la mansa paloma cuando siente animada las mellizas
                  crías, le veréis sin movimiento y mudo.
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