Page 102 - Hamlet
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CLAUDIO.- Ahora hablaste como buen hijo, y como caballero. Laertes, ni tengo culpa
                  en la muerte de tu padre, ni alguno ha sentido como yo su desgracia. Esta verdad deberá ser
                  tan clara a tu razón, como a tus ojos la luz del día.

                       VOCES.- Dejadla entrar.

                       LAERTES.- ¿Qué novedad... qué ruido es este?






                  Escena XVII




                  CLAUDIO, GERTRUDIS, LAERTES, OFELIA, acompañamiento.




                       LAERTES.- ¡Oh! ¡Calor activo, abrasa mi cerebro! ¡Lágrimas, en extremo cáusticas,
                  consumid la potencia y la sensibilidad de mis ojos! Por los Cielos te juro que esa demencia
                  tuya será pagada por mí con tal exceso, que el peso del castigo tuerza el fiel y baje la
                  balanza... ¡Oh! ¡Rosa de Mayo! ¡Amable niña! ¡Mi querida Ofelia! ¡Mi dulce hermana!...
                  ¡Oh! ¡Cielos! Y ¿es posible que el entendimiento de una tierna joven sea tan frágil como la
                  vida del hombre decrépito?... Pero la naturaleza es muy fina en amor, y cuando éste llega al
                  exceso, el alma se desprende tal vez de alguna preciosa parte de sí misma, para ofrecérsela
                  en don al objeto amado.

                       OFELIA.-  Lleváronle en su ataúd
                   con el rostro descubierto.
                   Ay no ni, ay ay ay no ni.
                   Y sobre su sepultura
                   muchas lágrimas llovieron.
                   Ay no ni, ay ay ay no ni.

                  Adiós, querido mío. Adiós.

                       LAERTES.- Si gozando de tu razón me incitaras a la venganza, no pudieras
                  conmoverme tanto.

                       OFELIA.- Debéis cantar aquello de:

                                          Abajito está
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