Page 36 - Romeo y Julieta
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WILLIAM SHAKESPE.\RE                                                           ROMEO Y JULIETA


                 pero él se escabulló en el bosque. Y como yo sé que en ciertos    (Salen Montesco y su mujer. Entra Romeo).
                 casos la compañía estorba, continué mi camino y mis pensa­        Benvolio: ¡Qué madrugador estás!
                 mientos, apartándome de él con tanto gusto como él de mí.        Romeo: ¿Tan temprano es?

                 Sra. de Montesco: Dicen que va allí con frecuencia a unir sus    Benvolio: Aún no han dado las nueve.
                 lágrimas al rocío matutino y a aumentar las nubes con las nubes
                 de sus suspiros. Pe.ro apenas el alegre sol descorre las cortinas  Romeo: ¡Ay, tristes horas, qué lentas me parecéis! ¿No era
                 oscuras del lecho de la aurora, mi triste hijo huye de la luz y   mi padre el que estaba contigo?
                 vuelve a casa, donde se encierra sombrío en su aposento, y        Benvolio: Sí, era él. Pero ¿qué tristezas alargan tanto las
                 cierra las ventanas, desterrando a la hermosa luz para crearse   horas de Romeo?
                 una noche artificial. Temo que su pena llegue a ser insoporta­   Romeo: El no tener a aquella que las haría cortas.
                 ble si un buen consejo no puede remediar a tiempo su causa.      Benvolio: ¿Enamorado?
                 Benvolio: ¿Sospecháis esa causa, mi noble tío?                   Romeo: Sí, pero ...
                 Montesco: No la sospecho, ni él me ha dado luces para             Benvolio: ¿Pero qué?
                 descubrirla.                                                      Romeo: Que no soy correspondido por la que amo.
                 Benvolio: ¿No habéis podido interrogarle?                         Benvolio: Ay, ¿por qué el amor, tan dulce estado, impera

                 Montesco:  Sí, lo he hecho, y también unos amigos. Pero           luego con tanta amargura y tiranía?
                 él, no sé si para bien o para mal, es el único consejero de sí   Romeo: Ay, ¿por qué el amor, que pintan ciego, elige a su
                 mismo. Se cierra de tal forma, tan impenetrablemente como         voluntad tan extraños caminos? Primo, ¿dónde almorzaremos
                 el botón de una flor carcomido por el gusano antes de abrir       hoy? ¡Válgame Dios! ¿Qué ha pasado aquí? No, no me lo digas,
                 sus pétalos y encantar al sol con su belleza. Si pudiéramos       pues lo adivino. Grande ha sido aquí la presencia del odio, pe.ro
                siquiera sospechar la causa de su mal, haríamos cualquier          más grande aún la del amor. ¡Oh amor odioso; odio amoroso!
                cosa por ponerle remedio.                                          ·Nacimiento de la nada! ¡Pesada mate.ria, a la vez que liviana!
                Benvolio: Allí viene. Dejadme, por favor. O sabré pronto           ;Caos informe de bellas formas!  ¡Pluma de plomo, sólido
                la causa de su pena, o hará lo imposible por ocultarla.            humo, fuego helado, salud insana, sueño despierto que mueve

                Montesco: ¡Oh, si pudieras descubrir su secreto! Vámonos, esposa.  a engaño! Así es mi amor, ¿es que es amor? ¿ Te ríes de mí?




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