Page 31 - Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar - 6° - Septiembre
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                                              Una noche triste



























                       A la luz de la luna, Secretario, Sabelotodo, Colonello y Zorbas
                  cavaron un agujero al pie del castaño. Poco antes, procurando no ser
                  vistos por ningún humano, arrojaron a la gaviota muerta desde el
                  balcón hasta el patio interior. Rápidamente la depositaron en el hoyo
                  y la cubrieron de tierra. Entonces Colonello maulló con acento grave:
                       —Compañeros gatos, esta noche de luna despedimos los restos
                  de una desafortunada gaviota cuyo nombre ni siquiera llegamos a
                  conocer. Lo único que hemos logrado saber de ella, gracias a los
                  conocimientos   del   compañero   Sabelotodo,   es   que   pertenecía   a   la
                  especie de las gaviotas argentadas, y que tal vez venía de muy lejos,
                  de allí donde el río se une al mar. Muy poco supimos de ella, pero lo
                  que importa es que llegó moribunda hasta la casa de Zorbas, uno de
                  los nuestros, y depositó en él toda su confianza. Zorbas le prometió
                  cuidar del huevo que puso antes de morir, del polluelo que nacerá de
                  él y, lo más difícil, compañeros, prometió enseñarle a volar...
                       —Volar.   Tomo   veintitrés,   letra  «V»  —se   escuchó   musitar   a
                  Sabelotodo.
                       —Es exactamente lo que el señor Colonello iba a decir. No le
                  saques los maullidos de la boca —aconsejó Secretario.
                       —... promesas difíciles de cumplir —prosiguió impasible Colonello
                  —, pero sabemos que un gato de puerto siempre cumple con sus
                  maullidos. Para ayudar a que lo consiga, ordeno que el compañero
                  Zorbas no abandone el huevo hasta que nazca el polluelo y que el
                  compañero Sabelotodo consulte en su emplicope... encimope... en fin,
                  en los libros esos, todo lo que tenga que ver con el arte de volar. Y
                  ahora   digamos   adiós   a   esta   gaviota   víctima   de   la   desgracia
                  provocada por los humanos. Estiremos los cuellos hacia la luna y
                  maullemos la canción del adiós de los gatos del puerto.
                       Al pie del viejo castaño los cuatro gatos empezaron a maullar una
                  triste letanía, y a sus maullidos se agregaron muy pronto los de otros
                  gatos de las cercanías, y luego los de los gatos de la otra orilla del río,



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