Page 7 - El club de los que sobran
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Capítulo 2











          El Chuña apareció muerto el 18 de enero a las 9:18 de la mañana.

             Bueno, al menos a esa hora lo vi, echado en su banco del Parque Bustamante, a pasos
          de la calle San Eugenio. Por supuesto que no me di cuenta altiro. Mi papá veía CSI, así
          que sé lo que es un forense. Para ser francos, la única y gran razón por la que me di
          cuenta  de  que  algo  raro  pasaba  fue  porque  por  primera  vez  en  los  diez  años  que  nos
          conocíamos, el Chuña no me gritó ningún garabato.
             Había llegado a la calle Bustamante y me dirigía a mi lugar favorito del parque, que
          queda entre la frontera de Irarrázaval al norte y el comienzo de avenida Matta por el sur,
          donde una gran masa de pasto convive con juegos infantiles, una salida de metro y un
          círculo de cemento donde se supone que los nerds hacen patín. En medio de ese bastión
          es donde usualmente se disputan los más combativos partidos de los que el barrio tenga
          memoria. Y por supuesto que yo soy uno de los protagonistas. Sin embargo, esa mañana
          no había acción. ¡Eran las 9:18, por favor!



































             Lo cierto es que ahí estaba yo, dispuesto a chutear un rato, solo, hasta que apareciera
          Chupete y, quién sabe, en una de esas cerca del mediodía nos juntábamos con los Iturra y
          sus primos de La Serena e íbamos tirando más hacia Providencia. A veces subíamos por
          Sucre  y  terminábamos  en  la  plaza  de  Miguel  Claro  jugándonos  una  pichanga  con  los
          cuicos del sector.
             Pero nada de eso ocurrió.



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